No diga Murphy; diga Sánchez
`La espiral de desaciertos en la que lleva envuelto este partido parece tener acomodo en la famosa Ley`
La conocida “Ley de Murphy” fue formulada a principios de los años 50 por el ingeniero Edward A. Murphy, responsable de una serie trabajos experimentales para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que jamás alcanzaron el éxito esperado. El espíritu de esta norma empírica sobre la calamidad puede resumirse en este enunciado: “Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminará en desastre, alguien lo hará de esa manera.”
El señor Murphy murió en 1990 y, por tanto, no pudo conocer la deriva funcional en la que iba a entrar el PSOE de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero, primero, y de Pedro Sánchez después. Pero lo cierto es que la singular espiral de desaciertos en la que lleva envuelto este partido parece tener un acomodo matemático en la famosa Ley. Y lo cierto es que si alguien pensaba que la gestión del señor Zapatero, ese disparatado contador de nubes, era la circunstancia más desfavorable que podría haberle acaecido al PSOE, podrá ver que la inefable trayectoria de su sucesor confirma otro de los puntos de esta Ley: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Y así está ahora el Partido Socialista, a punto de dar un salto al vacío para el que no cuenta con más red que el sentido común que pueda aportar la vieja guardia que ayudó a pilotar la Transición. La peregrina idea de someter cualquier pacto a la decisión de la militancia puede acabar suponiendo una fractura de carácter irrecuperable para el PSOE, mientras que desde Podemos se relamen pensando en el enorme regalo que va a hacerles un Sánchez deslumbrado, además de por su propia sonrisa, por una ambición tan evidente como su mediocridad política. Tras no haber sido ni concejal, todo lo más que le espera a Sánchez sería una rápida condición de expresidente de un gobierno dañino para la recuperación de España, además del dudoso honor de ser el enterrador del histórico PSOE.
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