Tras la Segunda Guerra Mundial, el Plan Marshall fue el catalizador de la recuperación socioeconómica de gran parte de Europa. Alemania se encontraba sumida en la total ruina al igual que otras grandes naciones europeas. Ahora, sin entrar en la búsqueda de responsabilidades ni señalar posibles culpables, Grecia se encuentra en una situación parecida, y es más que evidente que este tercer rescate podrá evitar la quiebra inminente del país, aunque no nos engañemos, sobre todo mantendrá a salvo, por el momento, las expectativas financieras de los demás países del euro, pero no la ruina por muchos años de un país al que se debería considerar como el abuelo de Europa.

Este tercer rescate termina de hipotecar a los griegos por décadas, sobre todo a los más desfavorecidos. Transformar su economía en la nueva Albania de Europa generando un foco de desestabilización que perjudicaría a todo el continente. Sería preciso que la Comunidad Europea y probablemente los Estados Unidos, países directamente interesados en la estabilidad de una región tan estratégica, reinventaran un nuevo Plan Marshall para Grecia. Eso sería lo más práctico y sin duda, bueno para todos. 

Y ahí es donde los alemanes deberían mostrar su lado más humano e impulsarlo decididamente a nivel económico e industrial. Tal vez podrían bautizarlo como el “Plan Schliemann”, en homenaje a un prusiano que demostró su profundo y desinteresado amor por Grecia: Heinrich Schliemann. Tengo la certeza de que si aquel hombre viviera no permitiría que las cosas quedaran así. Pero sobre todo significaría una verdadera catarsis que ayudaría a enterrar la amarga historia moderna entre esas dos grandes naciones que aun hoy se siguen observando con recelo.