La Voz de Almeria

Opinión

Seguir educando en vacaciones

“Los padres también nos cansamos y necesitamos desconectar de la rutina diaria”

Pedro Mena Enciso
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Ha finalizado el curso escolar y se inicia un largo período de ocio que no debe significar ausencia de normas ya que la profesión de madre y padre no sólo no está remunerada, sino que no se puede permitir el lujo de hacer dejación de funciones y tomarse un mes de vacaciones en la educación de sus hijos. Durante estas semanas de verano, la familia corre el riesgo de relajarse en exceso dejando a los chavales un poco a su aire, concediéndoles una serie de licencias que durante el resto del año no se plantean. Los padres también nos cansamos y necesitamos desconectar de la rutina diaria para continuar trabajando el resto del año. Este hecho, unido a la presión social y a la insistencia de nuestros hijos, hace que se produzca una situación de relajación general que a la larga altera la convivencia familiar y produce cambios bruscos, sobre todo en los adolescentes que tienen una edad crítica y pueden ser fácilmente manipulados.


Así pues, julio y agosto son también meses esenciales pues hemos de tener en cuenta que educar no es dejar perdidos a los hijos sin unas pautas precisas y claras por las que guiarse, ni es tampoco aplicar parámetros distintos según estemos trabajando o de vacaciones. La actitud de los padres es fundamental para evitar eso que llamamos malcrianza de los hijos y que, la mayor parte de las veces, es producto de la permisividad excesiva y de un modelo educativo donde la sencillez e integridad moral brillan por su ausencia.


La familia es un centro de humanidad, de vida. Su papel es decisivo en las 4 estaciones del año ya que en su seno nace todo lo que de positivo y negativo hay en nuestra sociedad. En Vacaciones también se dialoga y hay que buscar los espacios y horarios apropiados para ello. Es verdad que el síndrome de “padres quemados”, “maestros quemados...” está haciendo mella en el corazón de la sociedad. También es cierto que los educadores empiezan a sentirse desbordados como autoridad frente a unos hijos cada vez más desafiantes.


Hace poco me decía una alumna de 4º de ESO que ya no ve casi nunca a sus padres porque están separados y además tienen mucho trabajo. Es una realidad que falta tiempo en la familia por diversas causas, que en otra ocasión analizaremos con detenimiento, y como consecuencia, los hijos llegan a las aulas con escasas normas y falta de disciplina. Es el momento en que la familia pide a la Escuela las responsabilidades que ella debería asumir. Muchos profesores somos conscientes de esta situación y asumimos el papel de educadores de la convivencia, pero sin el apoyo decidido de la institución básica de la sociedad, que es la familia, estamos perdidos.


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