La Voz de Almeria

Opinión

La batalla de las ideas

Los jefes de campaña han descubierto que los mítines tradicionales interesan cada vez menos

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Prácticamente estamos ya en la primera campaña electoral de las cinco que tocan este año. De aquí hasta septiembre ya no pararemos. Si aprovecháramos como se debe estos cursos acelerados de formación política, los españoles sabríamos mejor lo que votamos. Pero como casi todo se reduce a pelearnos y gritar lo malo que es el otro, no nos enteramos. Siempre me ha impresionado lo poquito que leemos el programa electoral de los partidos. La campañas están a merced de cuentachistes, de especialistas gráficos y de vendedores de crecepelos. En realidad las ideas son demasiado difíciles para ser plastificadas, de ahí que se encarnen en metáforas para que el público pueda entenderlas. Al empresario alicantino, amigo de la exalcaldesa imputada, le han recibido entre pitos y flautas con una rastra de chorizos. En los videos del PP vemos a un Rajoy que llama humildemente a la puerta del vecindario muy lejos ya del discurso mantra que viene repitiendo sobre la recuperación. En cuanto al resto de los partidos tampoco les ese posibles explicar su programa porque siempre tienen la urgencia de algún supuesto caso de corrupción. Que no son tantos como los que tienen los grandes partidos, pero es igual, la guerra es la misma por arriba y por abajo. Una lástima porque las campañas electorales con su grandiosa parafernalia y toda la industria vociferante que levantan deberían servir para algo más que para meter ruido. Es normal que el pueblo elector, al no enterarse de nada, se quede prendido con algún que otro eslogan llamativo. Todo menos profundizar en lo que le dicen desde la tribuna de oradores. Los jefes de campaña han descubierto, de un tiempo a esta parte, que los mítines tradicionales interesan cada vez menos. Por eso dudan si convertir el acto político en una sesión de circo con sus payasos, sus gimnastas y sus elefantes. ¿Conoce alguien algún asistente que haya cambiado de ideología y ofrezca el voto a otro partido que no sea el mismo que votaron sus antepasados? En los mítines no se convierte nadie salvo los ya convertidos. Ni quien acude al acto tiene gana de que lo convenzan ni tampoco los predicadores suelen decir toda la verdad. Todo se parece a un ejercicio publicitario y mientras esto no sea un aerópago de gente que busca el bien del pueblo en vez de su propia nómina,, no aprenderemos por más retórica que caiga de los altavoces.


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