Torrecárdenas: las cosas bien hechas
Siempre hay una palabra para las miradas ansiosas de los familiares, con oportunidad y firmeza
Si yo fuese griego, escribiría que navegaba en la barca de Caronte con una moneda en la boca empujado por las almas de Estigia, cerca del Hades y desde la orilla surgió una mano blanca que arrebató el remo al barquero y me trajo de vuelta al mundo de los vivos.
He estado malo. Muy malo. Y he tenido la suerte de encontrar un ángel que me ha devuelto a la vida: Doctora Marta Casado.
La seguridad científica y de su equipo era, desde luego, un presupuesto necesario. Pero la dulzura del trato personal, la complicidad con el paciente, la atención precisa e informada, el cariño permanentemente demostrado son cualidades que difícilmente se encuentran y configuran el escenario preciso para sanar.
Marta despliega dulzura tras su carácter firme y el enfermo se siente relajado, lejos del embarazo apretado de “lúcidos eminentísimos” que no lo son tanto, y esa dulzura alimenta la esperanza y las ganas de vivir.
Siempre hay una palabra para las miradas ansiosas de los familiares, con oportunidad y firmeza.
Marta mantiene un equipo de profesionales adecuado a su manera de ser. Un equipo correctamente liderado.
Unas enfermeras que se ponen a tu lado para empujar en silencio. Jamás al enfermo le hace falta nada, porque las enfermeras ya lo han adivinado.
Unas limpiadoras capaces de romper el hieratismo que normalmente se instala en el enfermo.
El debate no debe ser si la sanidad es privada o pública, sino si los médicos del sistema público son como Marta o no.
El servicio de digestivo de Torrecárdenas es un lugar donde todo el mundo te quiere, nadie está cansado nunca, ni malhumorado, ni triste. Un clima feliz sorprendentemente instalado en un hospital que con toda seguridad contribuye a la sanación del paciente, y este clima lo capitanea Marta, da igual que lo gestione la Junta de Andalucía que el Banco Goldman Sachs.
La bonhomía y la amabilidad se contagian y deberíamos dejar crecer lo que siembra este Ángel de pelo revuelto y prodigioso cerebro.
Poco a poco fui mejorando. Y Marta me retuvo hasta que vio a Caronte alejarse frustrado con la barca vacía.