Dolor sin amor
“Pero bien podríamos ser cómplices, culpables y cobardes, además de tontos”
29 cadáveres, entre niños, mujeres y hombres. Otros miles que le precedieron y muchos más que están por llegar ¿Adivinan el nombre de esta historia? , sólo puede tener uno: dolor sin amor.
Unidos al agua pura y a los planetas anudados(*). El amor ha incendiado el miserable mapa genético del hombre y ha esparcido en el corazón humano un cimiento de verdad y tierra: no hay amor sin dolor, ni peor dolor que el de aquel que nunca ha amado. Quien iba a decirnos que a ese juego poético y coplero de las palabras, se le añadiría, una posibilidad aún más oscura y sucia, el dolor sin amor. Esta es la causa de todas estas muertes, no fueron las olas asesinas, ni un motor que se rompe y si me apuran este fundamento homicida es el mismo que la pobreza y la desesperación, pero con más potencia y más profundidad.
Qué será de aquellos que no sienten el dolor del desdichado, que sólo se escandalizan por cumplir con las formas y a la vuelta ya lo ha olvidado, esos que no aman nunca no podrán ser amados, sólo engañados. Que pasarán con aquellos que no alivian el dolor de los que sufren la injusticia y la nueva opresión de la indiferencia, para ellos ya no quedan besos ni abrazos en la cama, no queda nada. Sólo un espejo roto y vacío con ellos mismo dentro.
Benditos sean aquellos que procuran no ser siempre iguales a ellos mismos, que llegado el día sea apartan de dios de su ego y dan algo, basta un gesto amable para despojarse de tanta soberbia altiva e inútil, esos no serán abandonados sin un día de amor y una noche gozosa.
No sé muy bien cuanto tiempo lleva el hombre devorándose así mismo, quizás el mismo tiempo que lleva sin comprender que su humanidad se beneficia de estar juntos como hermanos y no como enemigos declarados, eternamente declarados enemigos; que signo más innoble para una de las más perfectas creaciones. Somos así por haber olvidado las cosas sencillas y el gozo de lo mejor nuestra tierra, nada nos resulta suficiente y el deseo devora la mayor parte de nuestras vidas. Un auténtico naufragio, peor aún que el más reciente. Que decir de la más insana de las vergüenzas: excusarse con aquello: no somos culpables, pero bien podríamos ser cómplices, culpables y cobardes este es mi veredicto, además de tontos.