Vallas para la ceguera
Sus avisos de lo que ocurre sobre el terreno siguen perdiéndose en el desierto
El continente africano sigue siendo un territorio invisible a los ojos de lo que se conoce como el primer mundo. A los movimientos migratorios, a las continuas y crueles guerras, al hambre, a la enfermedad y a la desesperación del que es incapaz de imaginarse ningún futuro, se le ponen vallas y todo tipo de controles pero ninguna razón para evitarlos.
Cooperantes y voluntarios se esfuerzan en disculpar nuestra absoluta ceguera para llevar algo de esperanza a toda esa gente, a pesar de que en la mayoría de los casos solo cuenten con sus manos y poco más. Son el Pepito Grillo de nuestras conciencias pero, aunque resulte desolador, sus avisos de lo que ocurre sobre el terreno y las alarmas que hacen sonar siguen perdiéndose en el desierto. Llevamos meses escuchando sus advertencias sobre el descontrol que existe en la transmisión del virus del ébola en África Occidental y a la comunidad internacional, a ese virtual concepto, parece que le entra por un oído y le sale por el otro. Entre tanto, la enfermedad ya se ha cobrado la vida de más de 4.000 personas, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, y Occidente sigue sin reaccionar.
Con el contagio que se ha producido en nuestro país todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza, entre otras cosas por la nefasta gestión que el Gobierno de Rajoy realizó de la crisis sanitaria en las primeras 72 horas y que no se resolverá del todo hasta que tanto la ministra Ana Mato como el consejero de Salud de Madrid, alias “el bien comido”, dejen sus puestos a personas más competentes.
En todo caso, y además de resolver esas recisiones de contrato a quienes han demostrado una gran incapacidad y una enorme desconsideración, debemos ser conscientes de que si la mayoría de los países siguen mirando para otro lado ante la situación que se vive en África, si no se aportan soluciones urgentes, será imposible atajar el problema.