El Molt honorable y el deshonor
“Hay que saber si es o no cierto que parte de ese dinero de los Pujol proviene de su hijo”
Ha dejado de ser Molt honorable si es que lo ha sido alguna vez visto lo visto, y se va con deshonor. Claro que Jordi Pujol ha renunciado a los privilegios y prerrogativas que tenía como expresident de la Generalitat que incluía una pensión vitalicia ¡Faltaría más! y también ha renunciado a la presidencia honorífica de CDC, pero no es suficiente. Su confesión de que durante 34 años había mantenido cuentas en paraísos fiscales -según dice, aunque nadie se lo crea, con los ingresos obtenidos por una jugosa herencia de su padre- es insuficiente y debe tener obligadamente otras consecuencias.
No es como dijo Artur Más un asunto privado, en absoluto porque hay que saber si es o no cierto que parte de ese dinero de los Pujol proviene de lo que su primogénito se dedicó a recaudar a modo de “mordida” durante los 23 años en que su padre estuvo al frente de la Generalitat. Hay que saber si, como se ha publicado, ese dinero o al menos en parte provenía o no de comisiones que se cobraron a cambio de concesiones públicas y si este asunto, además de un enriquecimiento familiar, sirvió también para financiar al partido. Estos días he recordado una de las últimas veces que estuve con él siendo aún president de la Generalitat. Nos invitó a comer a Victoria Prego y a mí en la sede de presidencia y como siempre hacía cuando conversaba distendidamente con periodistas, mostró interés en como se veía desde España algunas de las cosas que más le preocupaban en ese momento: la pela y el uso del catalán. Fue amable y educado cosa también habitual, y sus explicaciones tenían mucho de pedagogía sobre las bondades del nacionalismo pero el que hablaba era él y nosotras escuchábamos y metíamos baza, muy de vez en cuando, aprovechando que unos de sus muchos “tics” dejaban un instante de silencio en sus monólogos. Respetábamos mucho sus opiniones de fino analista europeo y creíamos que la grandeza del personaje podía mitigar nuestra disconformidad con sus ideas.