La Voz de Almeria

Opinión

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No diré que, al menos en teoría, la fórmula de las elecciones primarias no parezca de lo más prometedora y razonable. Una persona, un voto; todos por igual, etcétera. Pero quizás esa idea de pureza, claridad y transparencia pueda aplicarse y rendir sus frutos en otra dimensión, en otro plano o en otro planeta, porque lo que es en nuestra querida España ya hemos visto que el invento ha cristalizado a base de proyectar sus evidentes carencias. La marca España, tan indeleble como siempre. Quizás sea porque tenemos el colmillo demasiado retorcido y llevamos muchas horas de taberna con piso de serrín como para pretender ahora ir de blancos impolutos, con la corbata del club y un canotier de paja. Y es que esto no es una regata entre dos universidades elitistas: se trata de mandar en un partido, con lo que ya está dicho todo. Y claro, al final la pellejería se expande por esporas sembrando el bochorno entre propios y extraños. Y ya no es que, por ejemplo, los contendientes de las primarias del PSOE se hayan pasado las últimas semanas en gira promocional enzarzados en un certamen de ocurrencias y majaderías a ver quién la decía más gorda, sino que a última hora hemos visto la aparición de las puñaladas que, por muy progres que se pretendan, resultan tan intercostales como siempre. Uno de los candidatos ha revelado que otro de sus compañeros en liza ha intentado ocultar que durante años formó parte de la guardia de corps del satanizado Blesa, el señor ése de las preferentes. Ya se sabe que si además de telegénico eres consejero de Caja Madrid, por ejemplo, ya tienes mucho ganado. Lo incomprensible es que un espíritu tan puro, tan digno, tan ilusionante y –por tanto- tan socialista, se haya esforzado por silenciar este dato, desvelado a la prensa por otro contendiente igualmente íntegro, decente y ético. Pero nada de eso importa: quienes iban a votar al más guapo por serlo no cambiarán de criterio. Ese es el nivel del invento.


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