Se gana en las urnas, no en los despachos
“La reforma legal permitiría dar la alcaldía a quien gane las municipales”
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acaba de poner en primera línea de debate una reforma legal que permita dar la alcaldía a quien gane las elecciones municipales. Esto, que puede parecer una obviedad, no se cumple en muchos casos debido a pactos postelectorales que permiten alcanzar acuerdos de gobierno, tan legales como en ocasiones llamativos, a dos, tres o más formaciones que han perdido las elecciones. Yo creo que este tipo de medidas pueden suponer un empuje importante en el esfuerzo por regenerar la democracia que demandan los nuevos tiempos y necesidades de los ciudadanos. Y lo que necesitan los vecinos son municipios gobernados con criterios de eficacia y no ayuntamientos en los que la gestión se delimita, se fracciona y se adapta a las necesidades y exigencias de grupos minoritarios que no han alcanzado el suficiente respaldo en las urnas por parte de esos mismos ciudadanos. Al margen de que la medida pueda ser debatida o completada posteriormente, a nadie escapa que parece un contrasentido seguir empleando en 2014 una fórmula electoral diseñada hace 1978, cuando las necesidades eran otras y los ayuntamientos estaban pasando por primera vez por el tamiz de la democracia. Creo que no es necesario hacer un detenido ejercicio de memoria para recordar recientes experiencias derivadas del sistema de pactos postelectorales que se saldaron con diferente suerte para Almería capital y en las que partidos que no gozaron de la preferencia mayoritaria de los almerienses acabaron alcanzando una representación y peso muy superior al que los almerienses decidieron en las urnas. Y así, del mismo modo que los seguidores de todos los deportes decimos con frecuencia eso de que no se puede ganar o perder en los despachos lo que se gana o se pierde en el terreno de juego, en democracia la cancha es la urna en donde los vecinos expresan, voto a voto, a quién prefieren como alcalde. Tampoco tiene demasiado sentido que sean precisamente los partidos que más alto y más fuerte reclaman una reforma a fondo del sistema, los que ahora se muestran reacios a una iniciativa por temor a que no puedan ser los despachos, las negociaciones, las comidas o las proposiciones de desbloqueo de temas sensibles los que acaben dando o quitando alcaldías. En una carrera, el que llega primero es el que gana y no parece lógico que quien finalmente suba al podio sea una coalición de perdedores que sólo saben ponerse de acuerdo en el reparto de competencias, demostrando posteriormente una notable incapacidad de gestión. Los andaluces estamos teniendo buena prueba de lo que digo.