La Voz de Almeria

Opinión

Amat y la libertad de expresión

“El mal de Amates el de muchos alcaldes que no saben cómo detener la contestación en la calle”

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El domingo pasado, día 16, apareció en este  mismo periódico, una  entrevista de Carmen López al presidente del PP de Almería,  presidente de la Diputación y alcalde   de Roquetas, Gabriel Amat. Algunas respuestas  merecieron el honor de primera plana y por ellas supimos que no piensa retirarse de la política porque “hay Amat para rato”.


Pero lo que más me impactó fue esta frase: “Soy el alcalde más perseguido de la historia”, un concepto bastante arrabalero y pueblerino  del  acontecer  histórico y al mismo tiempo una imagen sobredimensionada de su propia importancia como servidor del  pueblo. Que un alcalde administrador de las aspiraciones y deseos de los vecinos,  de aquí y de allá, tenga algún tácito Tiberio a quien   le roe la envidia por los éxitos  del alpujarreño,  puede darse, pero no  es ése  el problema esencial  en democracia. La democracia nació para solventar el conflicto de la tiranía.  En otra épca, si uno atacaba al poder era ahorcado irremisiblemente. Ahora por lo menos echamos  mano de la Constitución y de los jueces. La ascensión política y económica de Amat se debe a su inteligencia no exenta de astucia y también a la  circunstancia de vivir en una tierra privilegiada. No discutiré ahora las cosas  de comer, pero sí que me interesa y mucho la libertad de expresión. ¿Por qué razón Amat se siente perseguido? ¿Quiere gobernar como Júpiter en el Olimpo, tocando la cítara? ¿No sabe que en democracia existe  la oposición constitucional con el objetivo de poner freno a los excesos de quien gobierna?  El mal de Amat es hoy el mismo mal de muchos alcaldes  de  su partido  que no saben  cómo detener la contestación en la calle y   quisieran cerrar hasta las plazas públicas. Hay aquí como una nostalgia franquista enquistada en el alma que creyó que el gobierno de los ciudadanos era cosa de tres, el alcalde, la policía y el cura. En este plan podían jugar al tresillo todo el día hasta que llegaba la hora de la corrida  de toros. Algo de eso subyace todavía pero ahora hay que andarse con más cuidado. La información ya no viene verticalmente desde la cabeza del mandatario. Ahora sube de abajo hacia arriba. No vale   afirmar  que   “tenemos  Amat para rato”, porque todo es efímero.


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