La extraordinaria vida de un extra
La extraordinaria vida de un extra
Cualquiera de nosotros podía parecer a los ojos de un espectador, un soldado del ejército del Faraón, por eso nos habían elegido y lucíamos barba. Fuimos hacer las pruebas del vestuario a unas naves industriales y nos vistieron con ropajes de época. A pesar de estar entre aquellas cuatro paredes, sentí que el presente se diluía y ya no necesitábamos aparentar ser los soldados de un ejército desaparecido hace más de tres mil años, de alguna forma todos habíamos resucitado, pero sin llegar a morir. El asiento contiguo al mío estaba vació y cuando el autobús arrancó, alguien se puso delante para detenerlo, era uno de los extras. Durante unos segundos tuve la sensación que iba vestido con la indumentaria de un general del Faraón, el conductor abrió la puerta y lo vi recorrer el pasillo y llegar hasta mi lado. Déjame ponerme al lado de la ventanilla, dijo. Él no se había desmaquillado, seguía llevando los ojos pintados a la manera egipcia, estaba incómodo pues no apartaba esa mirada dura e inquietante de mí.
- No creas que no me dado cuenta de lo que has sentido esta mañana en los ensayos, hace mucho tiempo que empecé a tener esas misma sensaciones, por eso he llegado a saber todo lo que sé de mis otras vidas. Soy Amón Torres.- Extendió su mano y nos saludamos como dos plebeyos.
Cuando llegamos Almería seguía sin hablar, ofrecí un café para que no creyera que había intentado gastar una broma, pero dijo que no le importaba, que su verdadero nombre era Ra, pero que se lo había cambiado por la coincidencia desgraciada con lo del tomate. Amón, tardó menos que lo que cuesta en beberse un café, en explicarme como hacía el año 1341 a.C., él era el general predilecto del faraón y su persecución a Moisés hasta las orillas del Mar Rojo, pero aquel profeta pidió a su Dios que partiera el mar en dos y que dejara pasar a su pueblo, cuando mi ejército intentó cruzarlo, las aguas volvieron a su lugar y nos destruyó. Tú también estaba entre nosotros, entonces vi como las lágrimas brotaban de sus ojos y su hermoso perfil egipciano se fue embadurnando de churretes de maquillaje, con la misma facilidad que la verdad se embadurna de la mentira o viceversa.