Camino delante de “El Taranto” y veo a una mujer que entra en la peña y le pregunto, hay alguna actuación esta noche, y me dice, esta noche lee Benjamín Prado. Entro. Lee acompañado por la música de un saxo allí presente. Me gusta el espacio, la música y la poesía.

Sigo hacia la Jam Session del Port of Spain y saludo a Mateo García, músico de Albox, hermano de Martín, un amigo que me enseñó la obra del poeta libanés Khalil Gibran, “El loco”, “El profeta”. La noche siguiente lo vuelvo a encontrar en la Jam de La Guajira, esta vez tocando el piano y también la guitarra. Miro a un chico vestido con pantalón vaquero, jersey de cuello alto gris oscuro, botines puntiagudos de cuero brillantes, y una melena estilo Camarón. Me acerco y le digo, seguro que te habrán dicho muchas veces que te pareces a Antonio Flores. Él lo niega, y yo añado, pues parece que lo tienes asumido. Me despido, gracias por las miradas, encantadoras.

Por la mañana, ajena a lo que pasa a mi alrededor, cruzo la Rambla en el momento que pasa la manifestación contra el genocidio de palestinos en Gaza. Las voces son un clamor, me emocionan los gritos de “Palestina vencerá”, “No más niños muertos”.

Llego a La Fabriquilla y me baño, qué gustazo, al igual que el salmonete del restaurante Angelita, auténtico sabor de Cabo de Gata. La belleza de todo ese enclave, desde Las Salinas hasta más allá del Faro, es alucinante.

Esa noche, en la entrada del Cafetín, un desconocido me habla del surgimiento del griego antiguo como medio de articular el conocimiento y el arte a través del lenguaje. El mito de Prometeo, titán benefactor de la humanidad, rebelde frente a Zeus y por ello castigado. Y el de Pandora, responsable de abrir la caja y liberar en el mundo todos los males, pero se quedó dentro la esperanza.