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Opinión

La sentencia del caso Malaya

La sentencia del caso Malaya

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Ayer se dio a conocer la sentencia de uno de los casos de corrupción más grandes y difíciles  de la democracia en este país. Ver simplemente la sala de los acusados,  ver  al tribunal a uno y otro lado del estrado frente a un banquillo repleto y, sobre todo, tener en tus manos los cuatro mil folios de que consta el veredicto,  ya estremece una barbaridad.


A veces solemos decir que no hay justicia en este país,  pero aquí tienen un ejemplo  de que, a pesar de la opacidad del entramado    y de lo complicado del dictamen, hay días en  que las cosas se hacen bien. Personaje sobresaliente, el juez instructor del caso, Miguel Angel Torres,  un profesional de la Judicatura frío, metódico y justo.


En este caso judicial quedan varios personajes para la historia de la golfería asociada al poder político. De entre ellos, el cabecilla sin duda, Jesús Gil y Gil,  acompañado de su cohorte de chupópteros. En segundo lugar  Juan Antonio Roca, el hombre que sin ser  siquiera concejal controlaba todo el Ayuntamiento de Marbella. Gil tuvo la osadía de encarnarse en un partido que ostentó su propio apellido. Le gustaba mucho el adjetivo “ostentóreo” y  así, bajo el  señuelo de que la democracia no  valía para nada,  él  entró en la alcaldía como   un tornado en    un bancal de amapolas. La gente de dinero que iba a Marbella a pasárselo bien no entraba ni salía en los desmanes urbanísticos ni en las estafas más o menos solapadas de la  contabilidad b y  así veía  bien que el alcalde  alejara  a las prostitutas como  contribución a la higiene publica, mientras la privada de alto  standing  no tenía control  de ninguna clase.


Una representante del PSOE en la alcaldía, que se ganó el nombre de martillo de herejes   contra los sobornos del GIL, terminó perdiendo  su fe socialista y claudicando ante la corrupción galopante.


¿Dónde se ha visto que casi todo un Ayuntamiento  se convierta  en “una organización criminal”  para enriquecerse con dinero público  sin ningún escrúpulo?


¿ Es que no había un justo que denunciara  el  pecado o es que la vergüenza se había ido al cielo creyendo que Marbella ya no la necesitaba? ¡Lo que hemos tenido que ver en tan poco tiempo!


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