La información y el poder político
La información y el poder político
En general todos los partidos en el Gobierno que ven enfriarse el apoyo de la ciudadanía con la natural pérdida de votos que ello supone, recurren a una conocida táctica. Y es contratar a un especialista en comunicación que les diga sus errores mediáticos. Pasó con el PSOE y está pasando también con el PP, si bien el primero tuvo alguna excusa porque nunca dispuso de grandes medios.
Con la derecha el profesional sabe que puede hacer carrera mucho más fácil y yo conozco a compañeros que fueron en principio hasta maoístas pero luego se lo pensaron dos veces y se metieron tranquilamente en su cañuto como los escarabajos peloteros a la espera de que escampe. Tal vez porque el trabajo se lo hacían los demás (no existe prensa de izquierdas), el PP se preocupó escasamente de contentar a los periodistas en su labor cotidiana, más bien les menospreciaban con la táctica gallega del silencio demorado como tantas veces hizo el presidente del Gobierno. Pero, en fin, ante las varias elecciones que se acercan, ahora intentan dar marcha atrás y corregir errores. La Cospedal toca a arrebato en Jaén. Los pesos pesados del partido intervienen en mítines y escuelas de verano. Rajoy contesta desde el Japón a cualquier noticia que se produce aquí por nimia que sea. Por lo visto hay que ganar tiempo, que luego todo se precipita.
A mi juicio, el PP no habrá sido muy hábil en la información, pero sí que resulta un maestro en la desinformación, en eso que llaman la táctica del calamar. Veta en el Congreso una y otra vez las mociones sobre Bárcenas; impide que todos los órganos expliquen sus cuentas, escoña los ordenadores por miedo a que conozcamos la verdad, alarga sin ninguna prisa las comisiones de investigación bajo el principio de que el tiempo todo lo pudre y lo deshace.
Aquí la mayoría absoluta es una muralla que impide hasta que las cuestione sean sometidas a debate. El otro día Jesús Posada y la Villalobos ejercieron de barricada en defensa de su partido hurtando su deber de moderadores en la liturgia parlamentaria, y claro, este despotismo poco ilustrado enciende al pueblo y lo saca a la calle gritona y pancartera.