Griñán se va. Anteyer precisamente presentaba su dimisión de manera oficial. Le sucede en la Presidencia de la Junta Susana Díaz. Se abre pues un nuevo tiempo en la política andaluza marcado por los rescoldos humeantes de los Eres y los nuevos aires de igualdad y derechos del bipartito. Un tiempo socialdemócrata, definido en palabras de Rosalía Martín (IU) como “de defensa de lo público, la educación, la sanidad, el empleo y la banca pública”. En la derecha, ya se sabe, no hay cambio, más de lo mismo hasta que no se pongan a gobernar ellos.

Por cierto ¿a qué se debe la tardanza del PP en nombrar el candidato? Siempre lo tuvieron facilísimo. El presidente del partido levantaba el dedo señalador y no solo investía a su lugarteniente sino que prohibía que alguien de la base se tomara en serio la democracia y le hiciera sombra.

Algo pasa después de Bárcenas, los sobresueldos y las mentiras. Ahora parece que hay que hilar algo más fino. Afortunadamente parte de las bases han recuperado el habla, aunque tampoco debemos exagerar. Exigen y pronto un nuevo candidato que no esté ensuciado con la corrupción. Ante el nuevo horizonte que se abre, Javier Arenas ya no sería el referente apropiado porque está más quemado que un cohete de feria. De ahí que se lo piensen muy mucho. Han tenido la osadía de denunciar la corrupción como si ésta fuera un fruto netamente andaluz sin mirar ellos la que tenían encima. El pueblo andaluz, sabio y experimentado, no se fía de las monsergas neoliberales y tampoco olvida que Griñán perdió las elecciones pasadas solo por cuatro mil votos. El dedo censor de Zoido pontifica que Susana Díaz tiene que contribuir a esclarecer la verdad “en todos los asuntos turbios, oscuros y delictivos que afectan a la Junta”.

Se agradece el consejo pero entonces ¿por qué su partido no hace otra cosa que parar todas las comisiones de investigación que pide el PSOE en el Parlamento de la nación? ¿Por qué no se aclara la verdad de Gürtel-Bárcenas? ¿Por qué el silencio estratégico de Rajoy? Vamos a ver si las nuevas generaciones son más nítidas. Entre tanto el pueblo pone cara de escepticismo prudente.