Costumbres con inteligencia
Dijo el poeta y dramaturgo estadounidense T.S.Eliot que “una tradición sin inteligencia no vale la pena”

Oleaje.
Mientras disfrutaba estos días de las playas de la capital almeriense, el mar propinó oleaje y, como ha sido costumbre para los criados entre encajes de espuma blanca a la orilla del Mediterráneo, me adentré levemente en él para luchar contra natura y disfrutar de revolcones. Pero ese día el mar se obcecaba en atraparme; así que comprendí que debía desistir, pues una costumbre o tradición acompaña como guía, no como atadura.
Las tradiciones son parte de nuestro folklore, como idiomas, arquitecturas, artesanías, ritos, músicas, danzas,..., toda creación que emana de una comunidad y se transmite entre generaciones. Por eso, en mi refriega con las olas, no pude sino tener presente a quienes se la juegan en pateras sin saber nadar, a la búsqueda desesperada de una vida mejor. Como los ocho migrantes fallecidos en la costa almeriense estos días, a quienes ya no señalarán o vetarán al orar en un pabellón público, como quiere la derecha en Jumilla, apelando a la salvaguarda de costumbres, esas que remanecen de gran cantidad de culturas diversas asentadas en la península.
Faltan espacios de encuentro y conocimiento, de cultivo de lazos que construyan y huyan del terror o el desprecio. En Almería no se aprovechan los entornos culturales, como el Festival Internacional de Folklore que, con 40 ediciones ya, alberga sólo una parte ínfima del folklore (música, danza e indumentaria), en lugar de aprovechar para explorar otras con exposiciones, talleres, gastronomía, charlas,..., que ayuden a desmantelar los sentimientos xenófobos, como los de la valla repugnante que instaló la derecha en la provincia.
Dijo el poeta y dramaturgo estadounidense T.S.Eliot que “una tradición sin inteligencia no vale la pena”, por eso traté de utilizar la mía antes de que el oleaje me tragara mar adentro, algo que debemos hacer como sociedad.