En un mundo aparentemente abismado a la estupidez colectiva, no resulta extraño que se acuerden o convengan homenajes colectivos y ceremonias globales para exaltar o execrar las cuestiones más variopintas.

Hablo de “los días mundiales de”, que pueblan nuestro calendario semanal como brota el acné sobre la frente del adolescente. Si consulta su calendario verá que no hay día que no tenga su afán y su advocación políticamente correcta, abarcando desde las cuestiones más admirables a las ocurrencias más infumables.

Lo que vengo a pedir desde aquí es que, por lo menos, ya que no se van a suprimir estas jornadas por inútiles y ridículas, por lo menos que argumentemos estos días con un mínimo de coherencia para evitar bochornos.

Así, un año más he de manifestar mi estupor ante la celebración de un nuevo “Día Internacional contra el Abuso de las Drogas”, que vendría a concienciar sobre los peligros de un uso desmedido de los estupefacientes. Repito que se conciencia a la población contra el abuso o mal uso de las drogas, cuando el sentido común señala que la acción reivindicativa debería dirigirse simplemente contra el uso de estas sustancias.

“Día Mundial contra las Drogas”. Así de simple. Lo contrario de un abuso es un uso comedido y, francamente, no creo que esta circunstancia sea aplicable a los narcóticos. Del mismo modo que no cabría imaginar una jornada contra el abuso de la trata de blancas, contra el abuso de la violencia doméstica o contra el abuso de la pena de muerte, tampoco se entiende un día en el que las distintas organizaciones mundiales dedicadas a la salud nos inviten a probar todo tipo de drogas, eso sí, sin pasarnos de la raya.