Poesía a la luz de la velas
En un principio pensé en recitar un poema de mi sobrino Diego Torres y otro mío

Me presenté voluntaria a participar en el recital de poesía que se organiza a la luz de las velas en la Fuente de los Cuatros Caños de Vera.
Antes de que llegara la Noche de Poesía a la luz de las Velas estuve en la Playa del Sombrerico. El mar estaba embravecido, me revolqué en la orilla con las olas y la resaca del levante era tan potente que arrastraba con fuerza hacia dentro. Costaba mantenerse en pie y un bañista me dio la mano para no caer y ayudarme a salir. Ya al atardecer conseguí darme otro baño, también en la orilla, que me dejo la piel tan suave y fina como la seda. La luna creciente fue testigo.
Me presenté voluntaria a participar en el recital de poesía que se organiza a la luz de las velas en la Fuente de los Cuatros Caños de Vera, por puro placer. Las condiciones eran que cada poeta recitara dos poemas, uno de su propia creación y otro perteneciente a un autor reconocido de nuestra historia literaria.
En un principio pensé en recitar un poema de mi sobrino Diego Torres y otro mío, que están en el mismo libro, pero no era posible, entonces fui a mi biblioteca y busqué unos cuantos libros de poesía al azar. Me junté con 42 poemas de Pessoa; un ejemplar de Wislawa Szymborska (Premio Nobel); “Configuración de la última orilla” de Houellebecq; 60 poemas de Emily Dickinson y Poesía completa de Idea Vilariño (poeta uruguaya).
Repasé algunos por encima y me parecieron muy tristes, cosa que también contravenía las reglas del recital. Así que decidí quedarme con los poemas de amor que Idea Vilariño dedicó a Juan Carlos Onetti tras una relación amorosa tormentosa. Elegí dos: “Qué me importa”, “O fueron nueve”. Y lo comuniqué.
Sin embargo, no pude resistirme a la tentación de releer a Pessoa y me encontré con poemas bellísimos cargados de saudade y con varias estrofas que ya forman parte de mí: “Cojamos flores. /Mojemos leves/ Las manos nuestras/ En ríos calmos / Para aprender/ Calma también.”