La Voz de Almeria

Opinión

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Hagamos como la gente educada y hablemos del tiempo. Pues bien, francamente anda uno algo desconcertado con esta primavera insurrecta que no respeta escaparates ni tendencias, ni tiene un gesto con esos fondos de armario ya oreados y desplegados. Por lo que escucho, el personal está defraudado por el retraso e inexplicablemente ansioso por volver a disfrutar del hirviente placer del asfalto almeriense hecho pura candela. Es decir, que nos quejamos de que el verano se haga de rogar, pero estamos locos por salir a buscar desesperadamente la umbría artificial de los aires acondicionados con su ración de constipados y otros padecimientos. Así que no sé qué es peor, si esa contradicción permanente de añorar el clima que no se tiene y que tanto molesta cuando se nos abate (también se duele la gente por la ausencia de invierno en pleno ferragosto), o esperar la irrupción de los algoristas del cambio climático exigiendo arrepentimientos y actos de contrición pública. “Esto se acaba; ya lo dijimos”, dirán los seguidores del multimillonario profeta del derretimiento. Pero lo que las estadísticas reflejan es que, por muy incómoda que resulte la tardanza del calor, no estamos ante una cuestión insólita o inaudita, ni mucho menos apocalíptica. Según el Canal francés Météo, hay un 70% de probabilidades de que haya una ausencia completa de verano en Europa occidental, convirtiéndose en el más frío y húmedo desde 1816, el año del gran invierno en el hemisferio norte. Pero de todos modos, si quieren, podemos seguir hablando del cambio climático en plena Feria sin esperar al refranero del cuarenta de mayo. Y si eso, ya me van contando.


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