La Voz de Almeria

Opinión

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La elección final de Madrid como sede de la eliminatoria de la Copa Davis entre España y Ucrania a la que optaba Almería, ofrece alfombra roja y “fotocol” para el habitual desfile de dolencias que provoca en nuestra ciudad este tipo de circunstancias. Disculpen si me pongo un poco de lado mientras baja por la ladera de la actualidad la hirviente erupción de pena y autoflagelación que ha provocado la decisión, pero no creo que haya que ir colgando crespones a la Catedral, a la torre y sus campanas, a la reja y a la cruz, o que vistan negro luto las mocitas almerienses. Tampoco es para eso. Lo que pasa es que cuando en Almería nos ponemos en plan copla trágica, el capote de grana y oro de Juanita Reina se queda en algo menos que un clínex. “Somos el culo del mundo”; “Nos tienen manía”; “Nuestros políticos son unos gandules”, son los estribillos habituales de esa pena, penita, pena, con la que tanto nos divertimos los almerienses. Pero habrá que tener la cabeza fría para pensar que no debe resultar extraño -y mucho menos una afrenta o un agravio- que una eliminatoria determinante (España se juega no bajar de categoría mundial) se celebre en las instalaciones específicas de tenis con las que cuenta la capital del país que, por cierto, aspira a organizar los Juegos Olímpicos de 2020. Es cierto que la Plaza de toros de Almería es muy coqueta y que el público almeriense es muy vibrante, pero la llamada “Caja Mágica” de Madrid parece a todas luces mejor escenario para el tenis. No obstante, si alguien quiere mezclar y salpimentar mitos y tópicos sobre el culimundismo y Almería, no podrá encontrar mejor ensaladera que ésta.


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