La recrecida judicial del epicéntrico caso de los ERES en la Junta de Andalucía me lleva a pensar dos cosas: la primera es que podemos estar satisfechos de que los sospechosos del mangazo sean cargos socialistas. Si las pesquisas de los jueces y de la Guardia Civil apuntasen con sólidos indicios a cargos del Partido Popular, las calles de Andalucía,  las delegaciones de Gobierno y las sedes populares serían un hervidero de asambleas de indignados, desfiles de pancartas, festival de coros y danzas y socarramientos a lo bonzo. Si pensamos que incluso en Almería se produjeron “concentraciones de repulsa” por el tema del tal Bárcenas frente a la sede del PP en pleno Paseo, no quiero ni imaginar el despliegue de agitación callejera que estaríamos teniendo a cuenta del saqueo institucional que supondría una trama de ERES manufacturada por el PP. Pero como los que aparecen en las investigaciones y en las puertas de los juzgados son del PSOE, aquí ni hay oleadas de indignación, ni crepitar de redes sociales, ni manifestaciones, ni asaltos a los portales de los políticos, ni nada de nada. Mi segunda reflexión sobre este tema la he compartido con ustedes alguna vez. Y es que a medida que avanzan las investigaciones la única conclusión posible es que el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, o bien es un bribón, o es un completo menguado. Y es que cuando existe una trama de corrupción ideada y sostenida intramuros de una institución, el máximo responsable de la misma puede, o bien impulsarla, autorizarla y consentirla, o bien desconocerla. El señor Griñán ha impulsado, autorizado y consentido el saqueo de fondos destinados a los parados para el beneficio de familiares, amigos y compañeros del PSOE andaluz, o bien ha estado papando moscas mientras que en las inmediaciones de su despacho se estaba robando con gran soltura. Ambas posibilidades me repatean, pero en lo que ambas coinciden es en inhabilitar al que así se comporta para seguir al frente de la Junta de Andalucía por más tiempo.