Dicen del ministro de Educación, señor Wert que  habla como si fuese un tertuliano, o sea que opina por si mismo al margen de lo que piensa el partido al que debe su ascensión. Esto hace que algunas de sus frases resulten pisadas de buey sobre el tejado. A mí este ministro me gusta. Carece cuando menos de la zorrería militante tan propia del sí pero no.

Maestro de esta técnica zizagueante es nuestro presidente Mariano Rajoy. Si es cierto que entró en política a los veinte años, ha tenido un buen tiempo para aprender que en la lucha por el poder unas veces empleamos el sí y otras el no, o a veces las dos cosas al mismo tiempo.

Inimaginable la de veces que habrá empleado esta astucia de arranque y marcha atrás para no parar de ascender hasta ocupar La Moncloa. Pero, bueno, su biografía personal me interesa menos. Lo importante es la trascendencia que tienen sus dubitaciones en la sociedad española. La impresión que produce es que no sabe adónde va entre sus viajes por Europa y la crítica interna.

Habla al parecer convencido de que no hay otro camino que el que propone su partido, pero como los resultados son cada día más catastróficos, no tiene más remedio que postergar los resultados ad kalendas grecas. Al fin y al cabo siendo la realidad la que lleva el barco, tampoco le importa mucho volverse atrás de lo que dijo antes. Sí pero no a la revalorización de las pensiones. Sí pero no al programa electoral. Sí pero no al avance de la brecha social que nos devuelve a  la España feudal.