La Voz de Almeria

Opinión

Manifiesto contra la abominación

Manifiesto contra la abominación

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Ha llegado el momento en que, madres y padres desesperados por la insoportable situación de aniquilación y ahogo; de que las abuelas y abuelos que, en su tramo de resistencia última, sobrellevan una carga por la que se les va la vida; el instante en que, las familias, que no pueden de ninguna de las maneras, hacer frente al drama en que han sido abocados por las aves de rapiña bancarias, por la cohorte ruin de una política nacida para el enriquecimiento personal, y el golpe continuo en la yugular a la población que no representan y desprecian; ha llegado el tiempo –sobrepasado de abominaciones- en que, todos a una, hemos de dar un reventón sin precedentes en la historia de este país de aterradores desequilibrios. Y aguardo  que se produzca de manera pacífica pero, con un multitudinario clamor en las calles, que pueda torcer el curso grave de la angustia.


Se acabó. La eliminación de los privilegios de casta es la primera condición para quitarnos, entre las gentes del sufrimiento, esta roca ruinosa, cuyo peso no podrían sostener los titanes y es la carga con que, el pueblo, siempre inocente, ha sido condenado y engañado por los embaucadores. Han sido superados los límites de la paciencia y la espera. La población se siente quebrantada y deshecha. Cada día asistimos, espantados, a la extirpación de derechos sociales, educativos, sanitarios, a logros que son arrancados con una violencia inusitada; a declaraciones de gobernantes gélidos, para ir preparando el ánimo hacia medidas más delirantes y feroces; mientras, las castas reciben la abundancia que a los sufrientes corresponden.


Para los falsarios del poder, la población presa de pánico ha de aguantar cuanto se les vaya echando encima, sin pronunciar palabra, sin que salgan sus gritos a las plazas, sin dejar su condición de enmudecidos y no irrumpa la gran arramblada de la protesta, como un estallido que favorezca el bienestar de quienes ahora padecen de agonía. Me da igual lo que diga la historia de este tiempo, tan propensa a ser manipulada como un retablo de todos los engaños.


Pero, esta es la época en que España quemó las ilusiones de una juventud  luminosa y magnífica, cerró el porvenir a millares y millares de criaturas, para quienes su paso por la Universidad, en un largo y duro sacrificio, acabó siendo un papel mojado, perdido y a la deriva por las cloacas de un exilio forzado e inquietante. Malditos los mandatarios que, con tanta dureza e innoble desprecio, tratan a las inteligencias de un país. La calle está esperando que desaparezcan los temores, y el mar incontenible de la gente diga el dolor a gritos y sacuda el sistema, para que se terminen todos los privilegios, en esta España que se muere.


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