La Voz de Almeria

Opinión

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Las operaciones policiaco-judiciales amparadas bajo secreto de sumario son doblemente perniciosas: por un lado, porque se hurta a los ciudadanos el conocimiento de unos hechos que le afectan directa o indirectamente, y por otro, porque se prestan a filtrar informaciones sesgadas, parciales o manipuladas, pero en cualquier caso interesadas. En la llamada “Operación Tres Reyes”, solamente una persona ha sido puesta de forma descarada a los pies de los caballos: el abogado –digo abogado, no exabogado, porque no se pasa de una condición a otra por un capricho administrativo- del Estado Demetrio Carmona, precisamente uno de los “integrantes” de la operación que está en libertad sin cargo alguno.


Nadie sabe en Almería de qué demonios trata esta “Operación Tres Reyes”. Cierto es que sobre la misma ya han corrido ríos de tinta, pero los hechos narrados por los medios de comunicación –principalmente por la subdirectora de este periódico, Antonia S. Villanueva, y por Pepe Fernández, exdirector regional de Onda Cero, a los que hay que felicitar por sus esfuerzos por acercarnos a lo más próximo a la realidad- son tan confusos, farragosos, inconcretos, poco veraces y hasta esperpénticos, que parece que estamos ante una novela de espías en vez de ante unos hechos reales. El propio Carmona, en sus declaraciones a “La Voz”, lejos de poner una luz en el tema, abundó más aún en la confusión.


No puede tener ni una pizca de verosimitud la versión que sobre esta operación ha publicado Pepe Fernández. No puede ser cierto que “dos veteranos y potentados empresarios del Poniente almeriense” vayan a Irak a comprar un tráiler de dinares robados del Banco Nacional por un millón de euros. Ni puede ser cierto que un exempleado de Marsans, “sobrino de un exalcalde socialista de un pueblo del Levante almeriense”, se convierta de pronto en topo del CNI ni que el Pentágono ofrezca cuantiosas cantidades por unos billetes en desuso “que se encuentran depositados en cámaras acorazados de El Ejido”. Si esto y todo lo demás que se cuenta fuese verdad, entonces es que definitivamente hemos perdido la cabeza.


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