Fe en Dios y recelo de la Iglesia
Fe en Dios y recelo de la Iglesia
Las primeras letras, repletas de dolor al conocer que mi amiga del alma, Natividad, se debate entra la vida y la muerte en un Centro Hospitalario. Es una viejecita que en este trance me recuerda con cariño y yo rezo por ella al Sumo Hacedor, sin excluir a dos a los que llevo junto a mi corazón marchito. Prescindo totalmente de sus representantes en la tierra, que son ingentes, y solamente me confieso con Dios omnisciente.
Y con estas premisas, al parecer contradictorias, dejo pasar el tiempo bajo la sombra amiga de mi hija Magdalena -capricho especial de mi larga existencia- e iré acumulando noticias hasta el lunes próximo, no obstante sin ser tema de este escrito me veo en la obligación de atacar al sinvergüenza de Bárcenas y a sus adláteres cuya corrupción mancha las tierras de España. Tengo dos hijos más y entrambos nos han regalado un niño de l4 años, llamado José Marí, que va despuntando en un hombrecito de hermosas cualidades. El menor es Salvador -un regalo de Jesucristo- que satisface a su abuela y a mí hasta límites insospechados.
Como he mencionado antes apartamos a la curia por razones que enseguida justifico; hace algún tiempo, con el desengaño a cuestas, fui a visitar al cura del Zapillo, hombre obeso que se negó a recibirme. Poe esta y otras experiencias no espero nada de los miembros de la Iglesia y recurro sólo y exclusivamente al Sumo Hacedor y a la Virgen en sus distintas advocaciones.
Nunca fui monaguillo ni corrí riesgo de abuso pero con apenas ocho años sorprendí a un sacerdote tocándose el habano y salí corriendo y llorando. No tengo más remedio que, por primera vez, felicitar al Papa porque ha intentado, sin demasiado éxito, que los pederastas que pueblan la Iglesia sean juzgados según sus delitos y no queden protegidos bajo el manto de la Santa Madre.
Debido al trato continuo con las señoras con amor sin pecado me viene a la mente la siguiente pregunta: ¿Por qué siendo como son casi perfectas no se les da una oportunidad para ejercer el sacerdocio? Prescindo son ingentes y solamente me confieso totalmente de los “representantes” que con Dios omnisciente.
Hace unos treinta años que olvidé nombrar, no sé si en el Diario de Andalucía, a Escolástica y hoy precisamente Antonio Morales, caballero de los pies a la cabeza, me lo ha recordado. Voy a valerme de las tres emblemáticas señoras: Pilar Pérez, Carmen Alcalde y Dolores Agüero para los finales poéticos.
Hay una nueva flota de escritores modernos a los que pronto cederé mi puesto si Dios quiere y el director de la Voz de Almería.
Con mucho cariño a la repetida y querida Pilar Pérez: “Llegó la despedida… pero no digas nada ni me des esa flor que morirá mañana”.