De vez en cuando sobre el fangal de la crisis surgen los prototipos de la situación que estamos viviendo. Estos ejemplos enseñan mucho más que si hiciera uno un curso intensivo en Massachusset o en el más prestigioso  instituto de ciencia económica del mundo. Guillermo Collarte, político del PP, todo un modelo, afirma para quien quiera oírle que gana cinco mil euros al mes pero  que con esa miseria no llega a fin de mes. Hay que comprenderle:  está acostumbrado a ganar rmuchísimo más. De ahí que toda la monserga cotidiana sobre la austeridad que sale por boca de sus compañeros de partido, le resulte insoportable.

Guillermo Collarte no está acostumbrado a estas estrechuras pecuniarias y se lo está pensando si seguir de político. No tenemos demasiada información sobre el tren de vida que lleva este ciudadano, a quien deseamos más suerte en los negocios, si los hubiere, pero suponiendo que es dueño de varios chalés, algún velero que otro amarrado en el puerto, algún hijo estudiando en Boston, algún cochazo de alta gama, etcétera,  resulta muy lógico que se queje. Cinco mil euros no es dinero para tan alta vida espero. Su partido debería hacerle una colecta mensual para que Guillermo Collarte pudiera hacer frente a sus  compromisos. Pueden suponer  que aquí no me importa tanto la anécdota como la categoría. Creo entonces que con estos datos  se puede deducir que estamos en  el  cogollo de la derechota, esa que dice que los parados deben dedicarse a buscar trabajo en vez de vivir de  los cuatrocientos euros del Estado. A Allende le estropearon el invento no los pobres, sino los ricos, aquella gente acomodada que después de hincharse a comer, salía a hacer ruido con la batería de cocina.