La Voz de Almeria

Opinión

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Hay momentos en la vida en que, cuando las cosas se tuercen, hasta el más ateo se sorprende a si mismo rezándole a su santo favorito. Le ocurrió a Paul McCartney cuando su esposa Linda se puso de parto y el asunto se complicó. Todo un Beatle, más famoso que Jesucristo, entonando una plegaria ‘a lo Let it be’  para ver si desde arriba llegaban las soluciones que los médicos no le daban. Y, entre rezos, soñó que unos ángeles con alas doradas le prometían que todo saldría bien. Tras aquella experiencia no solo nació su primera su hija, la ahora famosa diseñadora Stella, sino también el nombre de su nueva banda, los Wings.

Los poco informados piensan que Paul, por ser quien lo anunció, fue el más interesado en la disolución de The Beatles, pero nada más lejos. De hecho fue el primero que echó en falta el calor y camaradería de unos compañeros de furgoneta y escenario. Así que en 1971 se puso a la tarea y reunió a una banda intentando recuperar la magia perdida. Dylan le dio la idea de grabar todo a la primera, sin adornos ni florituras. Dicho y hecho. “Ensayamos tres días, le enseño a mi mujer cuatro acordes en el órgano y nos vamos de cabeza a mi estudio favorito, Abbey Road, que para eso soy McCartney”, debió pensar, algo alocadamente.

El resultado fue un disco muy flojo pero no exento de cierto encanto aunque solo sea por lo extraño e inesperado de la propuesta y por venir de quien venía.En Wild Life nos encontramos de sopetón con Mumbo, una especie de jam rocanrrolera, una cancioncilla infantil como Bip Bop, un canto a la protección animal – que da título al trabajo -, un temprano reggae en Love is strange, un pseudo blues de carretera titulado Tomorrow, dos bellas canciones de amor para Linda, Some people never know y I am your Singer y lo cierra fallido un intento de reconciliación con su perdido amigo John en la melancólica y demasiado larga Dear Friend.

Ninguna de ellas obtuvo gran éxito ni perduró en el tiempo y el propio Paul las sacó de su repertorio en cuanto tuvo un siguiente trabajo en el mercado pero, quizá porque en mi juventud este fue el disco que mas me costó conseguir, les guardo un especial e inexplicable cariño.

Los trabajos de Wings fueron mejorando año a año y aunque Paul jamás consiguió volver a sentirse parte de una banda tan especial como la primera – puede que porque nunca pudo evitar ejercer de gran jefe – dejaron un buen legado de pop-rock bien facturado. Si queréis saber cómo empezó todo aquello, no vais a tener más remedio que escuchar el disco del que os hablo hoy, aunque solo sea una vez. Más no os puedo pedir.

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