La Voz de Almeria

Opinión

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A la hora de establecer un balance de los treinta años de autonomía andaluza, me limitaré a formular dos preguntas: ¿Piensa usted que Andalucía está en el lugar que le corresponde? ¿Cree usted que los andaluces de todas las provincias han experimentado los cambios frutos de la autonomía del mismo modo? Si ha respondido usted que sí a cualquiera de estas dos preguntas, lo mismo prefiere cambiar de columna. Lo digo porque mi respuesta es un “no” sin matices ni dudas. Yo soy de los que piensan que en treinta años de gestión socialista en la Junta de Andalucía se han hecho muchas y buenas cosas, pero insuficientes y mal repartidas. Digo lo de insuficientes por los datos oficiales que siguen situando a Andalucía en la cola de los niveles de empleo, bienestar, educación y calidad de vida. Y lo de mal repartidos, qué quieren que les diga. Soy almeriense. Que la Junta de Andalucía ha desdeñado y postergado a nuestra provincia no es un hecho constatado únicamente por la hemeroteca y los calendarios. Quiero recordar las declaraciones de alguien tan poco sospechoso de ser antipatriota y reaccionario como el penúltimo secretario general del PSOE almeriense, Diego Asensio, que al dejar el cargo acusó directamente al presidente Griñán de haber desatendido a Almería desde Sevilla. Y tanto que es así. Cuando hace unos días el Ayuntamiento rendía un homenaje a la Bandera Andaluza en la Plaza de la Constitución, la enseña blanca y verde ondeó al viento ante la lona que se ha tenido que poner ante la fachada desmoronada el Ayuntamiento de la capital, que espera en ruinas desde 2005 a que la Junta de Andalucía cumpla su promesa de rehabilitación. Esa bandera nueva, frente a la lona que tapa la cochambre del abandono y el olvido, simbolizaba bien el ninguneo que la Junta ha tenido con Almería y que ningún responsable socialista parece recordar cuando se hacen balances tan sorprendentes como el que hizo el consejero Recio en Almería afirmando que la Junta hacía las cosas bien “aunque algunos se empeñen en negarlo.” Yo no niego nada. Sólo lamento que no hubiera dicho eso mismo ante esa lona. Habría quedado de lujo.

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