La Voz de Almeria

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En octubre de 2006 Pedro Manuel de la Cruz, Director de La Voz, me invitó a asistir en Málaga al “Encuentro Sociedad del Conocimiento y Democracia”, en el que habían de intervenir Gorbachov, Al Gore, Eduardo Punset y Felipe González. 
Gorbachov y Gore se cayeron del cartel y mandaron sendos vídeos.
Me deslumbró, como siempre, Eduardo Punset. La víspera de su conferencia, mientras cenaba, le propuse refundar su Foro  –al que pertenecí veinte años atrás- y, sonriendo, me dijo, con su voz tan característica: “hay que renunciar a transformar el mundo. Te veo joven. Refúndalo tú y, luego, hablamos” 
En su Ponencia, fascinante, señaló la universalización de la educación como la causa de su crisis, algo así como el morir de éxito. Y habló de la globalización: “el proceso de apertura al planeta no debiera cesar nunca”. Del efecto devastador del ejercicio del poder político en la historia de la humanidad, y –dijo- “no hemos entrado en la sociedad del conocimiento; posiblemente estamos saliendo de la sociedad  de la ignorancia”. 
Y me sorprendió Felipe González, ultraliberal, capitalista. Creí estar asistiendo a la conversión de San Pablo. Dijo que la izquierda moderna tiene que aferrase a los objetivos y no a los instrumentos para alcanzarlos como había venido haciendo, lo que, de otra manera, anticipó años antes con lo del “gato blanco, gato negro, ¡qué más da!, lo que importa es que cace ratones” cuando pasó de la ética de la convicción a la de la responsabilidad. 
¿Y cuáles habían de ser los objetivos? La productividad, la riqueza, por lo que criticó la rigidez del mercado laboral y la actitud de los sindicatos, empeñados en negociar por sectores, lo que fomenta la improductividad. Los trabajadores, añadió, han de percibir su salario por horas efectivamente trabajadas con productividad para la empresa; y, en función del mismo criterio de la hora productiva –y no de la clásica “jornada laboral”- disfrutar de sus vacaciones, más o menos largas, y devengar sus pensiones de jubilación.
España –dijo- está perdiendo competitividad por hora trabajada y por persona ocupada constantemente; y añadió: “como no estoy en activo, no tengo que ser profesionalmente optimista”. 
Y, en otro orden de cosas, abogó inequívocamente por la deslocalización, consecuencia inevitable de la globalización: el empresario puede producir donde más rentable le sea. 
Me quedé estupefausto.
Y viene todo lo anterior a cuento porque el domingo pasado leí una entrevista a Felipe González en El Mundo, en la que se reafirma en lo dicho en Málaga hace ya once años. Se podrá o no coincidir con él, pero nadie puede negarle la coherencia, un tesoro en nuestros días, plagados de veleidosos.
Dice: “Hay que dignificar el empleo... Lo único que hemos sabido exportar durante dos siglos han sido exiliados o emigrantes... Y aunque me crucifiquen tengo que decir que habrá que ligar el salario a la productividad. El salario por horas acabaría con muchas de las trampas de los contratos, donde el contratado firma cuatro horas y hace ocho”. 
Y habla, claro, de otras muchas cosas, que me interesaron, especialmente sobre España y el PSOE: “Hay mucha gente que tiene dificultad para entender cuál es el proyecto de país, yo mismo tengo esa dificultad... Me gustaría que alguien me explicara en media hora qué quiere para este país en los próximos cinco o seis años.” 
Muestra su finezza a propósito de la reforma de la Constitución: “Para mejorarla hay que respetarla. Y para respetarla es necesario conocerla... Será una alegría que quienes la quieren liquidar la lean por fin... Nunca ha sido asumida como el hito histórico que supuso.” 
Aunque declara no tener ninguna corresponsabilidad en la deriva nacionalista de Cataluña ni en la incidencia de la política lingüística, y afirma no arrepentirse de nada, no cabe duda de que su haber es muy superior a su debe:  Felipe González fue, sin duda, un estadista, que metió a España en Europa y en la modernidad, haciendo bueno a De Gasperi: “un político mira a las próximas elecciones. Un estadista mira a la próxima generación.”
Declara no tener, apenas, relaciones con Zapatero y con Sánchez, quienes no lo llaman, pero no por ello deja de lanzarle dardos a este último: “La ideología pierde fuerza si se usa como escudo para esconder la ausencia de ideas”. 
... Y el PSOE español  –el europeo, sí- no apoya a Luis de Guindos, que ha sacado a España de la crisis, para Vicepresidente del Banco Central Europeo. 
Zapatero, Sánchez, Rajoy, Rivera, Iglesias... Me acuerdo de Benedetti: hay una sola grieta / decididamente profunda / y es la que media entre la maravilla de hombre / y los desmaravilladores. 
¡Pobre país...!


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