La Voz de Almeria

Opinión

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A poco que sigan ustedes la prensa habrán visto la estupenda campaña promocional de la Junta de Andalucía sobre el famoso hospital materno infantil que va a incorporarse o abducirse en Torrecárdenas. Los responsables de la Junta insisten en que todo va bien y que todo va sobre plazo previsto, lo que constituye una muy indulgente aplicación de la relatividad entre espacio y tiempo, ya que no hay que olvidar que estamos hablando de las obras de un hospital anunciado en 2007, hace ya once años, y cuyo final parece acercarse. Pero esa minucia –qué son once años en un sistema que aspira a superar los míticos cuarenta años en el gobierno- es un factor irrelevante para las señoras y señores de la Junta, que insisten en felicitar a los almerienses por lo que consideran una magnífica noticia para nuestra provincia. Y sí que lo es. Pero del mismo modo que la llegada del AVE se procesará como tal cuando el primer viajero de ese estupendo tren ponga su pie en el andén de Almería, lo del materno infantil no será una realidad hasta que el primer bebé salga pegando berridos en uno de sus quirófanos. Y de eso, lo que son las cosas, nadie dice nada. Un hospital no es una obra terminada, sino un edificio al que hay que dotar de material y de personal para que comience a dar servicios. Y de eso, lo que son las cosas, nadie dice nada. Ni lo dicen los responsables de la Junta, que se limitan a tirar del manual de autosatisfacción; ni lo preguntan los periodistas (con lo fácil que es levantar la mano y decir: “Señor delegado de Salud, ¿cuándo podrán nacer niños en el hospital materno infantil?”) ni lo inquieren Mesas reivindicativas, más que nada porque las únicas Mesas que reivindican algo son las que se centran en lo que compete al gobierno central, porque para la Junta no hay ni mesas de camilla, ni mesillas de noche, ni cajas con tablas e instrucciones complejas. Qué suerte tiene la Junta.


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