La Voz de Almeria

Opinión

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Veo que la prensa destaca con notable alarde tipográfico que la Consejería de Educación ha publicado la licitación del servicio de redacción de proyecto, dirección de obra, dirección de ejecución de obra, coordinación de seguridad y salud y estudio geotécnico para la ampliación de espacios educativos en el colegio Federico García Lorca de Las Cabañuelas, en Vícar. ¿Qué quiere decir este farragoso párrafo inicial de la reglamentaria nota de prensa emitida por la Junta y reproducida tal cual en los medios? Pues que en el futuro se podrán retirar dos barracones prefabricados de este colegio. ¿Es eso una buena noticia? Naturalmente que sí, pero le pido por favor que se mire al espejo después de haber asentido con satisfacción. Mírese a la cara. ¿No cree que en el fondo le están tomando el pelo? Y es que tal como lo ve uno –llámeme loco- la noticia no es que en 2017 la Junta de Andalucía anuncie que retirará dos aulas portátiles de un colegio almeriense. La noticia es que en 2017, después de casi cuarenta años de juntandalucismo imparable, en Andalucía y en Almería hay miles de niños que se educan a diario en barracones portátiles. Muy ergonómicos, muy molones y con muchos posters de Disney, sí, pero barracones al fin y al cabo, porque casi cuarenta años después del advenimiento de la todopoderosa Junta de Andalucía siguen faltando colegios. No sé si se dan cuenta, pero la trampa consiste en acabar celebrando como algo sensacional la admisión del fracaso sistemático de las capacidades educativas de la Junta de Andalucía. Naturalmente, casi nadie se fija en esto y mucho menos lo critica, porque el discurso de la conformidad y del “esto es a lo más que podemos aspirar” ha calado bien hondo en esta Andalucía nuestra. Yo me alegro infinito por las familias de  Las Cabañuelas de Vícar, pero créanme que el alivio no es la principal lectura que se debe hacer de esta noticia.


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