Legitimar la democracia
Tenemos que reconocer que la caída de los regímenes políticos del Este y Centro de Europa vinieron a dar como resultado modelos normativos que caracterizaron nuestra democracia, pero no sin percibir que también había realidades comprometidas y analizadas por el poder del pueblo, que de alguna manera, fue influenciado por la violencia de los intereses que sin parangón alguno aplastaron la legitimidad del proyecto político -argumentativo. Digo todo esto basado en los acontecimientos que están ocurriendo en nuestro país, que por otra parte son sinónimos de lo que ocurre en nuestra Unión Europea, en la que los poderosos están pendientes de esa tan llamativa “Soberanía Popular.” El poder de los ciudadanos nos impide ver la realidad y esta ha de llevarse a una confrontación intelectual en la que se desarrolle la democracia de la sociedad; para lo cual recurriremos al razonamiento, apelando a una filosofía, cuyas proposiciones de contenido verídico habrán el debate del proceso Postmoderno, donde nuestros pensadores que aceptaron de buen grado un neoliberalismo defendiendo la evolución del progreso humano, ahora se sienten escépticos ante ese proceso social. Nos acercamos a la política desde teorías de la democracia, teorías que en singular descubrieron verdades a media.
Históricamente la política dista mucho de fundamentar el discurso normativo que desde el siglo XVIII está pendiente. Por tanto las éticas normativas en discordia con otras descriptivas, desde el momento que la cuestión social y política está presente, se comunican recordándonos que no son nuestros intereses individuales prioritarios, sino aquellos que forman parte de una colectividad, de una sociedad; por tanto, como afirmaba Castoriadis, no hay ética que se detenga en la vida particular del individuo, pero tampoco podemos hablar de una moral que responda a intereses generales. Es una razón más para defender que la política solo puede ser a posteriori y nunca apriorística