Cómpreme usted este ramito
Sumándome al reciente homenaje al almeriense Maestro Padilla, diré que al igual que las violeteras de su inmortal cuplé, los socialistas siguen usando la figura de Franco como ave precursora de su propia primavera. Fíjense qué metáfora tan aterradora. Pero no falla: cada vez que el PSOE tiene un lío (y menuda balasera tienen montada ahora gracias al manifiestamente mejorable invento de las primarias) aparece revoloteando la figura de Franco, que a pesar de llevar muerto ya 42 años -más tiempo del que ejerció su labor dictatorial sobre los españoles- sigue protagonizando el libreto de recursos socialistas. Ni la pintoresca Fundación Francisco Franco hace más por mantener encendida la lucecita del Pardo que las chicas y chicos de la PSOE. Entre Franco, el Concordato Vaticano y la foto de las Azores, el PSOE tiene cocinado un sofrito argumental que va sacando del congelador cuando toca organizar una paellada de editorialistas, portavoces y tuiteros afines. Nada nuevo bajo el sol de Cuelgamuros. Y ahora que vuelven a sacar a escena el fiambre del generalote para que se debata si lo sacamos o no de su tumba (se ve que no tuvieron tiempo de hacerlo a lo largo de sus dos décadas de gobierno) toca recordar a los letraheridos de la LOGSE -que son legión- que estas chorradas no son ni solemnes, ni efectivas, ni novedosas. Si extraer unos huesos de una tumba o repellar fachadas borrase para siempre de nuestra Historia el peso y el paso de los gobernantes funestos, yo mismo me dejaría las uñas en el empeño. Pero ni la remoción osaria ni la laminación heráldica surten efecto contable en el pasado. Los primeros en caer en el error fueron los romanos cuando decretaban la damnatio memoriae para descabezar estatuas, Más tarde, y enlazando la majadería, la sufrió el mismísimo Papa Formoso I, que a finales del S. XI fue desenterrado tras su muerte por sus contrarios para ser –ya cadavérico y putrefacto- juzgado y condenado. Pues en esas tonterías seguimos: a ver quién le compra al PSOE ese ramito.