La Voz de Almeria

Opinión

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Cuando le preguntaron a John Dewey sobre lo que se debía enseñar, el eminente educador respondió: “Mirad la realidad”. Pues bien, la realidad apunta a profundos y acelerados cambios en todos los órdenes. Vivimos en la “incertidumbre radical” dicen algunos. Y ante esta situación, un pensador de la modernidad como el francés  Gilles Lipovetsky considera que no se está preparando a los niños de hoy para lo difícil. La  adolescencia se prolonga hasta el infinito, los derechos imperan sobre los denostados deberes y la inclinación a la protesta y al pataleo, domina a la lucha y a la superación.


Nueva escuela El caso es que entre unos padres sobreprotectores y una escuela entendida como institución terapéutica, a los escolares más que prepararlos para la sociedad en la que han de vivir, se les sigue manteniendo en un infantilismo sin límite. En este contexto, algunos estiman necesario recuperar aquel espíritu de los maestros republicanos de transformar radicalmente la sociedad española a través de la educación y no de las revoluciones. Desde luego, si aquellas utopías hubieran fructificado, Europa no hubiera sido el escenario violento que fue el siglo XX. 
El salto cualitativo que la democracia española necesita para mejorar se dirimirá en las aulas. Los jesuitas, con su intuición y experiencia, han sido de los primeros en poner en marcha proyectos de innovación educativa revolucionarios. Pero no han sido los únicos, y un ecosistema innovador se extiende por numerosos colegios. George Steiner compara a la “cansada” Europa con el mundo emergente que él ve en sus estudiantes chinos que aprenden, con “una energía increíble y con una disciplina que deja de piedra; y los indios tienen una capacidad de invención y originalidad extrema” afirma.


¿Hacia dónde vamos? La escuela necesita salir de cierta apatía que trasmite y de su falta de ambición. Según el informe Pisa estamos en la media de los países de nuestro entorno cultural pero se podría hacer algo más, sin caer en interpretaciones alarmistas. Introducir la cultura de la evaluación, de los incentivos, de rendición de cuentas, como los contratos programa de corresponsabilidad entre padres, profesores y alumnos. Y sobre todo, recuperar el optimismo y la ilusión. ¿Será esto posible en un país tan conservador y con miedo a los cambios?
Aunque por encima de leyes y buenos propósitos, la figura del profesor emerge como la pieza fundamental. ¡Basta un profesor para salvarnos! Y es que la profesión docente tiene una importancia estratégica en el desarrollo y bienestar de un país. Se debe apostar por los mejores enseñantes si no queremos perder el tren de la historia. Selección del profesorado y formación son los dos ejes de la mejor ley educativa que pudiera ponerse en marcha.


Epilogo Ahora, con un sector de la juventud a la intemperie, se echa de menos ciertos modelos, cercanos a la épica, que nos hagan recuperar la esperanza. Algunos soñarían con poder inculcar a los jóvenes algo del espíritu de Jonah Toledano, el protagonista de El último judío, que gracias a lo que su padre, su primer maestro, le enseñó pudo salir adelante en la España de 1500. Otro ejemplo de lucha heroica por la educación de su hijo fue el caso de la madre de Barack Obama. Le hacía levantarse a las tres de la mañana para enseñarle inglés, durante su infancia en Indonesia. La madre pensaba que un chico negro y con dificultades en el idioma lo tendría muy difícil en los EEUU.


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