Jose nunca te daba un disgusto. Lo conocía desde toda la vida y ahora escribo mirando por las gafas que me graduó Luisa y Jose le puso la armadura. Era feliz con nosotros. Disfrutaba en la Cadena SER y siempre echaba una mano. A Jose lo vamos a echar mucho de menos porque era del Almería hasta el cielo de la boca y siempre ante la derrota más dura había que buscarle para que nos diera la receta que nos llevara a volver a sonreír. Yo sabía que estaba malo por sus compañeros de Óptica Santa Rita, pero por su boca jamás salía una queja. Siempre me recibía al grito de: “jefe, ¿qué pasa, hermoso?”, y, luego, siempre cosas buenas: positivas, agradables. Era el hombre que dio vida al refrán: genio y figura hasta la sepultura. Siempre tenía un regalo para mi hija María. A mi mujer le contaba los viajes con Carlos por España y para mí, ¡para mí!, compañía en los exteriores de radio y fidelidad en las ondas. José María Cruz era de la Cadena SER. No quería subir a Torrecárdenas. Lo saben sus compañeros y los míos. No quería verle en la cama porque a José María no le gustaba. Un dandy siempre. Un señor ante cualquier situación, nunca te recibe en pijama, postrado en una cama, en plena lucha por la vida. Pero si estaba allí el último de tus día él sabrá que hizo para ello. Él me llamó y, allí estaba. Con sus dos soles: Irene y María. “Mi niña la de Málaga y la de Almería”, como siempre me las refería. Te agarraste a mi mano como el que se agarra a la vida. “¿Qué pasa, hermoso?”. Y llegó el médico y me separó de él para siempre mirando por unos ojos clavados en los míos. ¡¡Tu si que has sido hermoso!!.