El chapú

Estamos hastiados de las comunicaciones por tierra y aire con el resto del país

Alberto Gutiérrez
09:00 • 11 feb. 2023

Nos reímos de la chapuza de los trenes de Asturias y Cantabria, pero yo me iría preocupando por aquí abajo, por lo que pudiera pasar. Porque todavía podría suceder que se inaugure el AVE de Almería (cuando serás mía) y que el tren llegue al primer túnel más ajustado de la cuenta mientras el rey (a este paso la futura reina) y los políticos que viajen a bordo sufran los traqueteos con un nudo en la garganta. Peores cosas se han visto, como la botadura de la nao Victoria con motivo de la Expo 92 de Sevilla: a los veinte minutos el barco se hundió y, naturalmente, el ingenio español se puso enseguida a descorchar chistes náuticos.



Entonces vivía España el sueño líquido de la modernidad, cabalgando sobre dos formidables caballos, la Expo y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Allí en Sevilla descubrimos el futuro y lejos quedaba el aroma a campos de girasoles de un país que al fin desprendía entusiasmo. De modo que aquello de la nao Victoria fue un chascarrillo simpático, muy diferente a lo que nos ocupa, que es el chiste amargo de unos trenes que no caben en las montañas.



Han cesado a dos personas y vete a saber cuántas más deben estar implicadas. “Vaya a medir los túneles, Bermúdez, tome esta cinta métrica del costurero de mi abuela y ya me cuenta”. Nos podemos imaginar la situación. Lo que no nos imaginamos es la cara de los asturianos y los cántabros cuando les comunicaron que se iba a retrasar otros dos años la llegada de los dichosos trenes. En realidad, los almerienses sí que podemos: es la nuestra desde hace décadas: una mezcla de desengaño y desesperación. Por eso, cuando el dichoso AVE entre algún día por la estación quizá podamos haberlo superado. Pero hasta entonces seguiremos con cara de pasmados, hastiados del chapú, como se dice aquí, que suponen las comunicaciones por tierra y aire con el resto del país. 









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