Hermano mayor

“No es fácil comprender qué es la justicia. La anomia es la anemia de nuestra democracia”

Javier Adolfo Iglesias
07:00 • 22 jul. 2021

Hoy abunda en España el analfabetismo ciudadano en lo relativo a la justicia. Ocurre un suceso delictivo y en pocas horas salen a la calle cientos de personas  con pancartas de “Justicia para Fulanito”.  bnLa víctima ha tenido que cumplir el requisito de ser clasificada y ubicada en algún colectivo, y entonces por la magia de la identidad, todos a una a la calle a solucionar el mundo. Es la justicia popular que algunos llaman equivocadamente “democrática”. 



Los bienintencionados y justicieros manifestantes deben de pensar que son imprescindibles para que haya justicia, y que con ellos se pone en marcha la tipificación del delito, la maquinaria de fuerzas de seguridad, fiscales, jueces y tribunales y que si no es por ellos el supuesto delincuente saldrá de rositas. Lo hemos visto tras el salvaje asesinato de Samuel en La Coruña y cada vez ocurre con más frecuencia. 



Comenzó todo hace pocos años con reacciones masivas a sentencias y autos judiciales concretos, como ocurrió con la Manada o el caso de Juana Rivas. Entonces, aún eran reacciones posteriores a un dictamen concreto del que se puede discrepar legítimamente. Pero últimamente este tropismo callejero se ha adelantando, como ocurrió tras la paliza que un policía de paisano propinó a un vecino en Linares que precedió a destrozos varios en la ciudad jienense.  



La justicia en democracia no es fácil de comprender, es un sistema racional con apariencia fría, parecido a la ciencia. Ambas son lentas pero siempre mejoran. Urge enseñarla en las aulas de una forma más extensa e intensa porque nos jugamos el futuro de la democracia. 



La anomia es una gran amenaza, es la anemia de la democracia. Si España fuera una familia, estaría “desestructurada” y con su inconsciencia de límites y autoridad llevaría a sus hijos a insultar a sus padres, como ha ocurrido con el sinvergüenza ese que ha dejado medio ciego a un enfermero en el metro de Madrid. Lo hemos visto en el ‘Hermano mayor” de Pedro Aguado, que es en lo que quieren convertir España los activistas y expertos sociales. 



Hay que entender la diferencia entre ley en democracia y en sistemas no democráticos, hay que enseñar la diferencia entre moral, ética y justicia; cómo funciona el sistema jurídico, con su rigor procesal; cómo funciona la Constitución.



Me enorgullezco de que mis alumnos lean en clase la Constitución y el Código Penal y reflexionen y debatan sobre cada una de sus líneas. ¿Quién manda más la Constitución o el Gobierno, o el Parlamento, el Rey, o el pueblo? Estas son preguntas que hago a mis alumnos. 



Aplicar la ley no es encontrar un mundo perfecto a golpe de eslogan; tampoco es imponer una cosmovisión ni alcanzar la justicia perfecta. Es solo aceptar unas reglas democráticas. Y no es poco ¿Cómo sería un partido de fútbol sin árbitro? Los que hemos jugado en el patio del colegio sabemos que al final decidía el chupón, el chulo o el dueño del balón. 


Es paradójico que pocos días antes de las protestas de las que hablo se homenajeara a la juez de Estados Unidos Ruth Bader Ginsburg, quien hizo tanto por la igualdad y la mujer solo con su inteligencia, tenacidad y el apoyo de la ley escrita. Esta pequeña gigante acabó como jueza en el Constitucional de los EEUU y pese a emitir autos discrepantes jamás denostó ni el tribunal del que formó parte ni el sistema judicial. 


Por el contrario,  aqui vemos a Gobierno y partidos criticar abiertamente al Tribunal Constitucional tras un dictamen. Así comenzó hace una década el relato del prosés, con la irritación de Montilla y los independentistas catalanes por una legítima decisión del TC. Zapatero había prometido aceptar lo que no entraba en su competencia, como si fuera el Rey Sol. Salió quemado y los españoles achicharrados. 


Ahora, el Constitucional era el último cromo del álbum “Sin contrapoderes” que Pedro Sánchez lleva coleccionando desde el inicio de la legislatura. Ya tenía el de la abogacía del Estado, el del CGPJ y el Supremo ‘repes’, el del Tribunal de Cuentas...solo le quedaba el órgano que interpreta la constitución. 


Nuestro presidente se irrita por que le lleven la contraria y le pongan límites, como a los niños conflictivos de ‘Hermano Mayor’. Cambiemos la justicia por la terapia y el diálogo.  Ayuda su ministra Montero, que siempre atenta a las redes ajusticia a un tik-toker juvenil.  Este propone un ‘comité de influensers’ que podría sustituir al Constitucional. Entonces España se convertiría en un renovado ‘Hermano Mayor’, con otro Pedro, tan alto pero más guapo y empoderado que el original.


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