El Faro de Mesa Roldán brinda un reconocimiento a la mujer farera

Homenaje a las 26 torreras que han vigilado la línea del horizonte desde las costas españolas

Espacio dedicado a las mujeres fareras en el museo del Faro de Mesa Roldán, en Carboneras.
Espacio dedicado a las mujeres fareras en el museo del Faro de Mesa Roldán, en Carboneras. La Voz
Marta Rodríguez
16:37 • 26 nov. 2020

En 1969, una nota publicada en algunos periódicos españoles se hacía eco del peculiar matrimonio entre dos fareros. Más allá de la anécdota, la verdadera noticia residía en el hecho de que ella acababa de hacer historia al convertirse la primera farera de nuestro país. Se llamaba Margarita Frontera y estaba influida por su hermano, que era técnico en señales marítimas. Llevaba toda la vida soñando con vivir en un faro y no desaprovechó que acababa de permitirse el acceso de la mujer a este cuerpo ministerial.



El escritor y farero de Mesa Roldán, Mario Sanz, recogió la historia de Margarita en su obra ‘Eso no estaba en mi libro de historia de los faros’ (Almuzara, 2020). No contento con eso, ahora ha dedicado un espacio del museo de su torre con vistas al Mediterráneo, en Carboneras, a las 26 mujeres fareras que han vigilado la línea del horizonte desde las costas españolas. La más reciente, Cristina García-Capelo, aprobó la última oposición de este oficio condenado a extinguirse.



Fotografías, libros y algunos objetos atestiguan que, aunque algunos consideraban a las mujeres “débiles e incapacitadas para trabajos con cierta preparación física”, ellas han luchado por el mantenimiento de las señales marítimas “tanto como sus maridos o padres” pese a que a veces se vieran obligadas a hacerlo en calidad de consortes o familiares.



Según relata Mario Sanz, son muchas las historias en las que están involucradas las mujeres o las hijas de los torreros, pero pocas las protagonizadas por ellas como torrera titular, ya que “han sido vetadas durante muchísimos años en este tipo de labores, por simple machismo o por un ridículo paternalismo”.






Entre esos relatos que sirvieron para abrir camino está el de Melitona Martín, quien ejerció como torrera eventual en el Faro de Punta Cumplida, en la isla canaria de La Palma, por enfermedad del farero titular. Algo parecido sucedió en el aislado faro de las Islas Columbretes con Manuela García Orts, quien sustituyó a su padre enfermo como torrera agregada aunque finalmente fue reemplazada por su hermano, que aprobó unas oposiciones que todavía eran territorio vedado para ella.



Son ejemplos en los que “quedan patentes que ante las dificultades físicas y económicas, no importaba tanto el machismo reinante”.




Fareros que visibilizan
Al igual que Mario Sanz hoy visibiliza desde Carboneras a la mujer farera, otro farero llamado Felipe Trull luchó en los años treinta por la incorporación al oficio primero de su hija y después de su segunda mujer. En los dos casos obtuvo una negativa por respuesta.


Mención aparte merece el caso de las hermanas Magín que llegó a aparecer en la revista ‘Señales Marítimas’ en 1935. Decía así: “El día 11 del corriente se sintió repentinamente enfermo el compañero Magín Francisco Bosh, afecto al faro eléctrico de Tossa. Mediante aviso telefónico a la Jefatura de aquella provincia, salió con toda rapidez para el faro, el compañero suplente G. Mayáns; llegó a las 7,30 de la tarde, encontrando el faro funcionando normal y debidamente. Las dos hijas del compañero Magín, de poca edad, al tiempo que atendían a su padre enfermo, habían cuidado de que el faro luciera a su hora y con la normalidad debida”.


A propósito de esta historia, Mario Sanz se pregunta quién dijo que las mujeres no podían atender el trabajo de un faro, cuando dos niñas pequeñas habían podido hacerlo. “Pero estas niñas, fareras por obligación, no tendrían posibilidad de presentarse a las oposiciones al cuerpo en el que trabajaba su padre hasta 34 años después de su primera intervención práctica”, lamenta.


Una vida dedicada a la difusión y a la cultura

Aparte de su trabajo como farero en Mesa Roldán (Carboneras), Mario Sanz lleva a cabo una importante labor de difusión de todo lo que tiene que ver con este oficio y su historia. No solo ha creado un pequeño museo en la torre, sino que ha publicado libros y convertido el espacio en escenario de actividades culturales.



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