Contra viento y chispeos, el Gran Poder va a la Catedral

La hermandad del barrio del Zapillo fue por primera vez hasta la Catedral

EN IMÁGENES. Lunes Santo: Gran Poder
EN IMÁGENES. Lunes Santo: Gran Poder

Álvaro Hernández / Juan Pablo García

Álvaro Hernández
22:12 • 11 abr. 2022 / actualizado a las 22:18 • 11 abr. 2022

Si el Domingo de Ramos Almería era una soleada Jerusalén para recibir a Dios a lomos de un borrico, el Lunes Santo se transformó por completo para ser un Gólgota frío e ingrato por el que Jesús, cargando con la cruz, habría de subir, caer tres veces y morir crucificado.



Así lo tuvo que sufrir la Hermandad del Gran Poder en su ya de por sí incómodo recorrido: cerca de las 19 horas de la tarde, el cielo se nubló y el viento sopló de tal manera que la salida procesional de la hermandad sacramental se convirtió en una verdadera estación de penitencia.



Para entonces, la Hermandad del Gran Poder (que aún tiene que lidiar con los incómodos aplausos de algún espectador que no ha captado el carácter de la hermandad), impuso su silencio en la Avenida Cabo de Gata, solo roto por las campanas de la iglesia parroquial de San Antonio, ‘saludando’ al cortejo. 



Pero no hizo esto temer a los zapilleros, ni frenó un Lunes Santo histórico para los negros capirotes que salieron de San Pio X rodeados de una buena multitud de almerienses. No en vano, el Gran Poder tenía una cuenta pendiente con Almería y ha quedado más que saldada: se trataba de la única cofradía que no había pasado aún por la Catedral. 



Y hasta allí llegó el Gran Poder. Con la larga zancada del Señor y el incesante andar de una Hermandad poco dada al entretenimiento en su discurrir por las calles de Almería, el Gran Poder cruzó uno de los arcos del Cable Inglés para ir buscando el nuevo inicio de la carrera oficial que, en esta ocasión, no se apagó como en años anteriores al paso de la cofradía (salvo la Plaza de la Catedral).



Desde el Paseo, la segunda hermandad del Lunes Santo fue hasta la Virgen del Mar y continuó para estar, por primera vez, ante las puertas del primer templo de la Diócesis, donde el obispo dirigió la oración con la que se cumplía el objetivo de un duro día de frío y viento: hacer estación de penitencia.



Todo ello, con un chispeo que sorprendía a la hermandad a la altura de General Tamayo y que tampoco detuvo a los hermanos del barrio del Zapillo.



Al regreso, el Gran Poder tuvo otro privilegio (además del de poder portar cera roja por su condición de sacramental): bajar por la calle Cubo. La estrechez del muro de la Catedral, hasta ahora lugar muy cofrade, ha quedado relegada al paso de dos cofradías: Gran Poder en primer lugar y Caridad el Viernes Santo.


Y de nuevo, Avenida Cabo de Gata hacia adelante, arropado por su gente (nunca va solo), el Gran Poder volvió a casa.


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