Los guardianes de los libros de papel

Presen Martínez decidió convertir un local en la Rambla en una librería hecha a su medida

Presen Martínez en la librería Bibabuk, en la Rambla, que dirige junto a su marido Francisco Gómez Calvache.
Presen Martínez en la librería Bibabuk, en la Rambla, que dirige junto a su marido Francisco Gómez Calvache.
Eduardo Pino
07:00 • 16 dic. 2018

Detrás de un librero hay siempre un lector. Detrás de una librera como Presen Martínez hay, además, un sueño que empezó a hacerse realidad en aquellos años de la crisis económica cuando casi todos los sueños comenzaron a venirse abajo. 



El oficio de librero parece una contradicción en estos tiempos que corren en los que el monstruo de internet amenaza con devorar nuestras viejas costumbres. Es un oficio de riesgo que necesita de una buena dosis de  imaginación y de mucha pasión para poder seguir adelante. Más en una ciudad como Almería que no destaca por tener un alto índice de lectores. 



“Es una realidad que  afecta a los más jóvenes, que son los que más están enganchados a las tabletas y al mundo de las redes sociales. Es una realidad que estas formas de comunicación están apartando a mucha gente de la lectura porque no les queda tiempo para coger un libro”, reconoce Presen. 



La moda que se impone con fuerza pasa por las pantallas de los móviles que monopolizan la vida de las nuevas generaciones, como si todo lo importante tuviera que suceder dentro del teléfono. En ese nuevo escenario las frases se acortan y la literatura se vuelve sospechosa. “A pesar de esta realidad nosotros nos hemos propuesto subir el nivel de lectura de Almería. Una ciudad que crece leyendo es más feliz, y en este sentido estamos muy sensibilizados con llegar a los niños para que se aficionen a la lectura”, asegura.



El suyo es un negocio familiar que empezó a gestarse después de la última crisis económica. En su familia sufrieron de forma directa las consecuencias de aquella gran derrota y asistieron en primera fila a cómo un mundo que parecía firme, el de la construcción, empezó a desvanecerse. Había que empezar de nuevo, había que abrir otros caminos, reinventarse, sobrevivir, y así nació la idea de montar una librería. “Teníamos un local que era nuestro en el centro de la Rambla y los dos compartíamos una misma ilusión por los libros”, explica.



A partir de ahí Presen puso en marcha su proyecto, basado en las experiencias que ella misma había vivido visitando librerías por toda España. Quería un lugar diferente, quería un espacio que invitara a la lectura, un escenario que pudiera tener ese toque de intimidad que existe en el salón de una casa. “Lo primero que buscamos fue un nombre apropiado. Queríamos algo original y cuando parecíamos perdidos los amigos de Plataforma nos dieron el nombre de Bibabuk, que nos gustó porque entendíamos que era una forma de decir viva los libros”.



Cuando tuvieron el nombre empezaron con la empresa. Desde su origen es una librería singular al estar distribuida en cuatro alturas, dos de ellas debajo del suelo principal. Esa vocación de laberinto que baja al sótano y asciende hasta el cielo  le proporciona una atmósfera de negocio antiguo y un halo de misterio. Tenían el local y faltaba darle vida. “De eso me encargué yo personalmente. Para decorarla fui en busca de un carpintero y me puse a trabajar con él. Necesitaba convertir los espacios en lugares acogedores y me decanté por los muebles cálidos. Creo que conseguí el objetivo que me había propuesto, de hecho hay gente que viene de fuera con la única intención de visitar la librería y recorrerla”, asegura.



En la planta alta, buscando esa intimidad, esa situación de soledad amable entre los libros y los lectores, ha colocado un diván para que aquellos que entran en su establecimiento sin una idea clara puedan rastrear las estanterías y sentarse cómodamente a inspeccionar el libro deseado. “Pretendo que el cliente sienta el mismo placer que yo siento sentada en un rincón de mi casa, en una tarde de lluvia con un libro entre las manos”, subraya Presen.


Esta devoción por el oficio choca con un tiempo en el que seguimos leyendo y escuchando noticias que hablan del cierre de nuevas librerías y del futuro incierto de los libros de papel. Cuántas veces hemos escuchado en los últimos cinco años el obituario de las librerías y los libreros.


Presen Martínez prefiere ser optimista y está convencida de que el viejo libro tiene todavía vida para rato, que sobrevivirá a esta fiebre de la tecnología sin límite . “El libro de papel nunca morirá, o al menos nosotros no lo veremos. No tiene punto de  comparación leer un libro en papel que hacerlo en una pantalla”, apunta, recordando esa ceremonia que requiere el proceso de la lectura cuando se hace por puro placer: la ilusión de ir a una librería, de buscar como un arqueólogo entre las estanterías repletas, de abrir un libro y olerlo, de tocarlo con las yemas de los dedos para después abandonarse en el interior de sus páginas.


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