Cafetería Jockey: 41 años detrás de una barra que ya es historia de Almería
Su dueño se jubila tras cuatro décadas al frente de un bar convertido en punto de encuentro en San Agustín

Paco Ruiz junto a su esposa.
Hay barras que sirven cafés y barras que sostienen la vida de un barrio. La de Cafetería Jockey, en San Agustín, lleva más de cuatro décadas haciendo lo segundo. Tras 41 años al frente del negocio, su propietario, Francisco Ruiz Sánchez o, como todos lo conocen, Paco, se jubila el próximo 22 de diciembre de 2025, poniendo punto final a una trayectoria marcada por la constancia, el trato cercano y una forma de entender la hostelería que hoy resulta casi artesanal.
Jockey no es solo un negocio familiar. Es un punto de encuentro intergeneracional, un lugar donde los clientes son conocidos por su nombre y por sus costumbres. Un café “como siempre”, una tostada “como a ti te gusta” o incluso una mezcla improvisada —el ya clásico “mitad-mitad”, mitad café y mitad descafeinado— pensada para calmar los nervios de algún cliente habitual. Detalles pequeños que, repetidos durante años, acaban construyendo algo mucho más grande.
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Jubilación por edad, no por cansancio
La jubilación llega por edad, no por hastío. Paco se va con la cabeza alta y el cariño intacto de una clientela que todavía le pregunta cómo va a dejar el bar y, sobre todo, qué van a hacer ahora sin él. “Le dicen que cómo lo va a dejar así, que ahora dónde van a ir”, cuenta su hija, Carmen Ruiz.
Durante décadas, la barra de Jockey ha sido refugio diario para vecinos y trabajadores del campo, muchos de ellos clientes de toda la vida, convertidos casi en familia.
Francisco Ruiz nació en Darrical, aunque su juventud transcurrió en Barcelona, donde empezó a formarse detrás de una barra, precisamente en una cafetería llamada Jockey. Años después regresó a Almería y trabajó durante largo tiempo en el Hotel Embajador, donde conoció a quien sería su esposa. Tras casarse, decidió montar su propio negocio y ponerle el mismo nombre del bar que había marcado su adolescencia.
Así, en 1984, abrió Cafetería Jockey en la calle España, número 25. Desde entonces, el local ha atravesado distintas etapas, transformaciones y anécdotas que hoy forman parte de la memoria de San Agustín.
Un negocio que evolucionó con su tiempo
En sus primeros años, Jockey fue pionero en la zona al convertirse en el primer bar donde se proyectaban películas en VHS, funcionando casi como un cine improvisado. Su amplia terraza, originalmente cubierta de hiedra, ofrecía sombra natural durante los veranos, cuando grupos de clientes pasaban las tardes jugando a la brisca y refugiándose del calor.
Con el tiempo, la terraza se acristaló y acondicionó, aunque no estuvo exenta de episodios inesperados. Uno de los más recordados fue cuando un camión se empotró contra la terraza, un suceso que los clientes que se encontraban allí vivieron “como si de un terremoto se tratara”, según recuerdan aún hoy algunos habituales.

El camión empotrado en la terraza del bar.
Compromiso con el campo
Gran parte de la clientela de Cafetería Jockey procede del sector agrícola, una relación que el propietario siempre entendió como algo más que una simple rutina diaria. En una Navidad especialmente dura, marcada por la crisis de precios del campo, tuvo un precioso gesto que trascendió el propio bar: construyó un árbol de Navidad con los frutos que le traían los agricultores, como señal de apoyo y visibilización del problema. Aquella iniciativa fue recogida por la prensa local, convirtiéndose en una imagen muy recordada.
Además, el bar también ha tenido presencia audiovisual. Paco participó en un cortometraje realizado por un grupo de alemanes sobre el 'mar de plástico' de El Ejido, que durante su estancia desayunaban cada mañana en la cafetería y utilizaron el local como parte del rodaje.

Cafetería Jockey.
Metódico, pulcro y extremadamente ordenado, Paco siempre ha trasladado a su bar lo que a él le gustaría encontrar como cliente. Selección cuidada de marcas, productos de calidad y una carta de tapas que huye de la plancha y apuesta por lo casero y lo poco habitual: caracola, pisto hecho en casa, tortilla de berenjenas, rin ran de bacalao o patatas a las finas hierbas. “Quien viene aquí sabe que viene a comer un jamón bueno y a probar tapas que ya no se encuentran en todos los bares”, explica su hija.
Pero más allá del producto, lo que ha definido siempre a Jockey ha sido la atención. Entrar por la puerta y no tener que pedir. Sentirse reconocido. Saber que alguien está pendiente de ti incluso antes de que hables, gestos que hacen el ambiente íntimo y familiar.
Un bar donde ha crecido una familia
Este negocio no solo ha visto crecer a su clientela, ha sido también el lugar donde ha crecido una familia. Carmen, la hija de Paco, se ha criado literalmente detrás de la barra. “Yo voy todos los días al bar, estoy con él, le ayudo algunos fines de semana. Los clientes me conocen desde pequeña, me han visto crecer”, cuenta.
Hoy, incluso sus propios hijos corretean por el local, igual que ella lo hizo años atrás. “Me dicen recuerdan que cuando yo era pequeña me veían por aquí y ahora ven a mis hijos. Han pasado varias generaciones”, resume.
El pasado año, el bar celebró su 40 aniversario con una pequeña fiesta junto a sus clientes, música en directo y un ambiente que reflejaba lo que ha sido Jockey durante cuatro décadas: cercanía, gratitud y comunidad.
Tras el 22 de diciembre, Cafetería Jockey cerrará sus puertas. Al menos por ahora, la familia no tiene previsto continuar la actividad, aunque no se descarta que en el futuro pueda surgir una nueva etapa con otra perspectiva.
Paco se despedirá de su barra, y no se apagará solo una cafetera, se despedirá una forma de entender la hostelería. Lo hará dejando atrás algo mucho más difícil de medir que los años de trabajo: una comunidad, una historia compartida y un bar que ya forma parte del paisaje sentimental de Almería.