Allí donde comen los pescadores de toda la provincia: el auténtico restaurante "del mar a la mesa"
El 900 Millas lleva desde 2017 sirviendo pescado fresco de Almería desde el Puerto de la capital

Ángel Santamaría García frente a la entrada del Restaurante 900 Millas.
Desde Santander hasta Almería hay 900 millas de distancia; casi 1.450 kilómetros que separan a una tierra frondosa y color esmeralda de otra formada por dunas y desiertos. Tan distintas y, a la vez, tan semejantes. O al menos así se lo pareció a Ángel Santamaría García cuando, siendo aún un muchacho, llegó a Almería con el propósito de hacer la mili -y solo la mili-. Y, sin embargo, se quedó.
"Las dos tenían puerto, las dos tenían costa... yo solo tenía una barrera y es que no puedo vivir en un sitio donde no haya mar. Almería cumplía la condición", recuerda Santamaría, quien no tardó en desarrollar un fuerte sentimiento de pertenencia por la ciudad: "Vine para una etapa nueva... y al final vino la mujer, vino la niña, vino el bar... vino todo", ríe.
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Con 'el bar' se refiere al lugar desde el que se desarrolla esta entrevista. Rodeado de mesas llenas de gente, camareros que van y vienen y, sobre todo, de un olor a salitre, pescado y agua salada, el restaurante 900 Millas es todo un referente para los pescadores de toda la provincia. Desde Pulpí hasta Níjar, pasando por Garrucha, se ha convertido en un lugar de paso y descanso para los hombres y mujeres del mar.
Un comienzo singular
Con tan solo 15 años, Santamaría ya regentaba su primer bar en la capital cántabra. Tras esas barras y fogones fue donde adquirió toda la experiencia que luego lo condujo hasta el Puerto de Almería. "Aprendí a mirar, a escuchar y a trabajar con el producto como protagonista": una enseñanza que materializó años después en el lugar donde hoy se ubica su restaurante: a las puertas de la lonja, la meca del pescado fresco.

Pescado fresco en este restaurante del Puerto de Almería.
Fue en 2017, mientras España se levantaba tras vencer una dura crisis económica, cuando el cántabro 'se lanzó a la piscina -o en este caso, al Mediterráneo': sin tradición familiar en hostelería y fruto de un proyecto compartido con varios amigos, 900 Millas no nació como un negocio al uso, sino como una aventura más alimentada por la ilusión que por la experiencia.
Ninguno de los socios había tenido grandes vivencias en hostelería y mucho menos una formación técnica profunda. La decisión fue arriesgada, pero también honesta. Apostaron por aquello que les unía: el mar. Hoy, situado a 20 metros del mar y a 10 de la lonja, el restaurante hace gala de elaborados y deliciosos platos de pescado y marisco de primera calidad.
La elección del puerto no fue estética, sino práctica y casi ideológica: "Me llamó la atención este lugar por la proximidad al producto pesquero. Lo teníamos enfrente", rememora con una sonrisa. Si bien el paisaje no era su prioridad, merece la pena pararse a observar durante algunos segundos la estampa, con el azul de las olas de telón de fondo y las gaviotas revoloteando el muelle en busca de algún pescado perdido.
La carta en la pizarra
Si hay algún rasgo que caracteriza a los restaurantes situados en el Puerto en general y al 900 Millas en especial es la inexistencia de una carta física. Su menú diario, basado en lo que entra en la lonja, se plasma día a día en una pizarra que sacan después a la terraza, a la vista del comensal.
"Aquí es mejor no venir buscando un plato concreto, sino el pescado del día. Es lo que da la mar. El calamar y el pulpo aparecen con frecuencia, pero siempre manda el mercado", explica el hostelero, quien mantiene una relación con la lonja constante. "A veces no hace falta ni ir: el pescado llega solo. El propio barco te lo trae".
Entre sus maravillas culinarias, muchas aptas para celiacos gracias al uso de harina de garbanzo, se encuentra el pescado a la marinera, una pieza frita, con fumet casero, verduras sofritas, gambas y mejillones. Con pescados enteros y piezas de hasta 4 kilos, sin congelados y siguiendo recetas propias, su seña de identidad en la cocina es la fusión de dos mares: el Cantábrico y el Mediterráneo.

Un pescado preparado a la marinera en el 900 Millas.
Entre elaborados platos y postres caseros, el restaurante también ofrece una gran variedad de tapas, degustadas desde primera hora, junto a los desayunos, por empleados del puerto: "Son gente ruda, trabajadora y con carácter, pero son buenas personas", reconoce Santamaría sobre su clientela más fiel.
A mediodía, el restaurante se llena de todo tipo de público almeriense, hasta el punto de que el lugar ha alojado a lo largo de los años bautizos y alguna que otra celebración. Sin grandes planes de expansión, Ángel mira el futuro con los pies en el suelo, pero con ilusión. Pequeñas mejoras, constancia y seguir luchando en un sector exigente son sus principales metas. Porque en 900 Millas no se persiguen modas ni atajos: solo que el mar siga llegando a la mesa con la misma honestidad y sabor de siempre.