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Venir a la 'Tita Ana' es como estar en casa: Tapas de toda la vida y platos de cuchara

Este bar cumple un año desde su apertura demostrando que es todo un refugio en momentos de crisis

La Tita Ana y uno de sus 100 sobrinos, José Francisco con quien trabaja codo con codo.

La Tita Ana y uno de sus 100 sobrinos, José Francisco con quien trabaja codo con codo.Marina Ginés

Marina Ginés
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A punto de cumplir su primer año, el Bar-Cafetería Tita Ana se ha convertido en algo más que un rincón gastronómico: es un refugio con alma, donde cada cliente es tratado como familia y donde el sabor a hogar lo inunda todo. Y así lo han sentido también los bomberos de Málaga y Jaén que, en plena emergencia, encontraron en este pequeño local una gran familia.

Los efectivos de ambos cuerpos se mostraron profundamente agradecidos con ‘La Tita Ana’ de Vícar por su trato excepcional, su cariño y cercanía. Por olvidar que tiene un negocio y poner por encima la empatía y el calor humano que la caracterizan.

Ana recuerda perfectamente aquel momento: la llamaron por teléfono para pedirle confeccionar más de 40 menús para los bomberos que se encontraban trabajando en la extinción del incendio forestal declarado la madrugada del sábado 3 de mayo en el paraje El Pocico, en el término municipal de Huércal de Almería. Un fuego complicado, avivado por los vientos, que obligó a evacuar zonas en Gádor y Benahadux, y mantuvo activos a los efectivos durante días.

La respuesta de Ana fue inmediata: cerró su local al público ese día y se volcó en preparar comida caliente para los bomberos. Aunque el encargo era de un plato combinado con bebida por 10 euros, la Tita Ana no pudo evitarlo: les sirvió más comida, bebida extra y toda la calidez posible, sin mirar el reloj ni el coste.

“Eran muy buena gente, nos ayudaban a recoger las mesas, se organizaban para facilitar el trabajo en cocina... y por supuesto nos agradecían que estuviésemos sirviendo comida sin ceñirnos al menú”, cuenta emocionada. Dado el espacio reducido del bar, tuvo que organizar dos turnos para que pudieran comer todos.

Uno de los bomberos, Carlos Sánchez, dejó constancia pública del gesto en la red social X:

“Después de dejarte hasta el tuétano en el incendio, llegas a cenar un plato combinado y la señora Ana se salta las reglas del presupuesto y te echa encima todos los huevos y filetes que seas capaz de comerte. Gracias, Tita Ana (La Gangosa, Vícar)”.

Claves durante el gran apagón

Pero esta no ha sido la única vez que el bar ha sido refugio. Durante el gran apagón que afectó a España, Portugal y parte del sur de Francia, y que dejó sin electricidad a millones de personas, muchos vecinos de Vícar encontraron en La Tita Ana algo más que luz: compañía. “Ese día se nos llenó el bar. Alumbramos la barra con velas y dimos de comer a todos los que bajaron buscando no solo alimento, sino consuelo. Muchos eran mayores, estaban solos en casa sin poder contactar con sus familiares. Aquí encontraron calor humano, un lugar donde no sentirse solos”, recuerda Ana.

La Tita Ana y su sobrino, José Francisco a las puertas de su local.

La Tita Ana y su sobrino, José Francisco a las puertas de su local.Marina Ginés

Este 15 de mayo, La Tita Ana cumplirá un año desde su reapertura en La Gangosa. Sin embargo, su historia y su fama en Vícar vienen de lejos. Durante muchos años, Ana regentó un bar con el mismo nombre en La Puebla de Vícar, y su comida ya era entonces un secreto a voces entre los vecinos.

Pero… ¿por qué “La Tita Ana”? Pues porque tiene más de 100 sobrinos reales, y pronto los amigos de sus sobrinos también empezaron a llamarla así. Hasta que al final, todo el mundo la conocía por ese nombre. Hoy, incluso cuando atiende el teléfono del bar, lo hace con su ya clásica frase: “¡Buenos días, soy la Tita Ana!”

Ana no tiene hijos, pero siempre dice que todos los niños que pasan por su bar son sus sobrinos. Y sus platos caseros lo confirman: guisos tradicionales, migas, platos de cuchara de los de toda la vida, raciones más que generosas y precios asequibles. “Cada día preparamos una olla para que los trabajadores que no tienen tiempo para cocinar puedan llevarse un plato caliente. Se lo pueden comer aquí o llevárselo a casa. Aquí nadie se queda sin comer”.

Algunos de los platos de cuchara en la Tita Ana.

Algunos de los platos de cuchara en la Tita Ana.La Voz

Su filosofía es clara: "mis clientes no son números, son mi gente. Aquí todos son iguales y todos son bienvenidos”.

Nada ha podido frenar el impulso de esta mujer fuerte y generosa. Ni siquiera el cáncer que padeció hace años, y que lejos de apagarla, la encendió aún más por dentro. Hoy, ha hecho de su bar no solo un lugar donde comer, sino un refugio para sus vecinos y para todo aquel que se acerque al que no es solo su casa, sino también su hogar y así lo comparte con el resto.

En tiempos difíciles, lugares como La Tita Ana son un recordatorio de lo esencial: una comida caliente, una sonrisa sincera y un espacio donde ser recibido con cariño. Por eso, aunque este 15 de mayo solo se cumpla un año desde su apertura, los vicarios saben que este bar ya es parte del alma del barrio.

Y en cada plato servido, en cada saludo desde la barra, en cada niño que la llama “tita”, queda claro que lo que Ana ofrece no se encuentra en la carta: se llama humanidad.

Una de las tapas de la Tita Ana.

Una de las tapas de la Tita Ana.La Voz

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