La Voz de Almeria

Economía

El amo que elevó el rango de los campesinos a Caballeros del Campo

Pedro Perales ha encapsulado en este entrañable librito sobre Sotomayor lo mejor de un poeta que sigue vigente

SIN DATOS

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Manuel León
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Era el mundo al revés en Cuevas: un rico que elevaba el rango de los campesinos a Caballeros del campo; un amo -que no perdonaba el rento por arrendarles la tierra-  que definía a sus labriegos como los de la más noble estirpe.


Fue la eterna paradoja del poeta cuevano, del Califa de Calguerín: un señorito que dignificaba a sus apareceros  con letra de molde, que los abrazaba en verso, que los ensalzaba más que a nadie en entrañables estrofas, que solo se pueden escribir si se sienten de verdad, y que formarán parte para siempre de la cultura popular de la provincia más estéril de España. Sotomayor, el poeta del Almanzora, el vate de los cauces secos como sepulturas, no ha muerto, por mucho que se empeñe el tiempo en acabar con lo antiguo: sigue estando en las tradiciones de una comarca, en el amor por cultivar la tierra -ahora bajo plástico, en Los Guiraos, en Guazamara o en Palomares; en las tradiciones del luto, en ir a buscar leña al monte o en la silla de la madre frente a la chimenea de la cocina.


Sotomayor, el poeta de lo viejo, como le llamaban sus paisanos, fue quizá el mejor filólogo, el mejor periodista,  el mejor centinela de la memoria de siglos, en una comarca más levantina que andaluza, por mucho que se empeñara Javier de Burgos. Nadie conoce mejor la obra -y la vida (es una de las pocas personas que ha leído sus inéditas memorias)- de nuestro ilustre poeta que el profesor Pedro Perales Larios, quien no se cansa de divulgarlo a través de la reedición de sus creaciones. Perales, que ya publicó las Obras Completas de José María Martínez Alvarez de Sotomayor, en una edición deliciosa, que ya inmoló parte de sus pestañas en la tarea de consagrar una tesis doctoral a este autor regionalista, viene ahora a traernos el néctar, la jalea, el caviar, el jabugo de su producción: esos poemas que le han hecho inmortal entre los almanzoríes, desde Serón hasta Las Cunas.


Acaba Perales de dar a la luz en una Antología Poética, como si fuera un productor musical, un revival de los grandes éxitos del lírico cuevano: un librito delicioso, con un entretenido relato inicial sobre el Sotomayor hombre y el Sotomayor poeta, ilustrado con dibujo de Francisco J. González.


En este nuevo recopilatorio, de aspecto sencillo y corazón enorme, están las más conseguidas cuartillas holandesas de ese poeta al que tan poco apreciaron en vida algunos de sus paisanos; está el impagable Leñaor, la costumbre de la Velica, la llantera que late cuando uno termina el Feico; está el costumbrismo de La Faca de canales, está La Seca y el Orgullo labrador. Porque, 69 años después de la muerte de don Pepe Soto, esta tierra sigue siendo lo que era cuando él: un gran campo de cultivo y unos hombres que miran al cielo implorando que llueva.


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