«Nos vamos a Turín». La plantilla del Valencia se fue ayer de comida de hermandad con una conjura en el aire. La final de la Europa League no se le escapa a nadie. Una plantilla que ha sufrido más de la cuenta durante esta temporada tiene ante sí un reto de campeonato.
La Europa League se ha puesto de cara. Los cuartos están a la vuelta de la esquina y el rival, El Basilea, genera optimismo. El equipo se fue ayer de comida, pero no fue una quedada normal. Acudieron todos los jugadores de la plantilla sin excepción, el cuerpo técnico al completo, con Pizzi y sus ayudantes, Rufete, director general deportivo y Amadeo Salvo.
Precisamente, el presidente hizo de anfitrión ya que la reunión/conjura se llevó a cabo en la finca particular que el presidente tiene en Villar del Arzobispo. Fue el máximo mandatario el que promulgó la comida con la plantilla.
Se trataba de reforzar el ánimo de un grupo de jugadores que se sabe fuerte para intentar conseguir los objetivos a los que les ha llevado la temporada. Todos piensan en Turín como primera gran meta. Nadie olvida la Liga, tras la victoria en el derbi ante el Villarreal, pero la magia de poder alcanzar una final resulta muy golosa.
El vestuario se encuentra en el mejor momento de la temporada. La marcha de Djukic y de algunos jugadores que enturbiaban el ambiente ha dejado un camino libre para que Pizzi y sus ayudantes impongan su método. La cosa funciona y, pese a que los resultados tampoco son para emocionarse, el ambiente ha mejorado y todos hacen piña común para alcanzar la ansiada final de Turín.
Fue el mismo presidente el que animó a la plantilla a hacer el último esfuerzo en los dos meses que quedan de competición para dar una alegría a una afición que ha vuelto a creer