Aunque desde la llegada de Mateu Lahoz a esto del arbitraje parece que ha dejado de ser el mejor de los piropos para un árbitro decir de él que ha pasado desapercibido, o que ha hecho cumplir el reglamento del fútbol y no su propio reglamento, la mayoría de los aficionados siguen pensando que los colegiados no deben ser protagonistas, sino los encargados de hacer que el juego se desarrolle por los cauces que marca el reglamento. Eso fue lo que hizo, y muy bien, el castellano-manchego Dámaso Arcediano Monescillo el sábado.

Con una actuación templada, dejando jugar, muy bien posicionado, mostrando un buen tono físico y no buscando protagonismo, firmó un arbitraje sobresaliente. Aplicó las sanciones disciplinarias correctamente y no tuvo influencia alguna en el resultado final, por lo que ninguno de los equipos contendientes puede acusar al colegiado de haberle privado del éxito que buscaban.