En memoria de Isabel Rapallo
El pasado noviembre nos dejó María Isabel Rapallo Rodríguez a la edad de 88 años

Boda de Isabel Rapallo con Mariano Jiménez en el templo de la Virgen del Mar.
Uno de los días más felices de su vida fue aquella noche que hizo su puesta de largo en sociedad. La joven María Isabel Rapallo posó orgullosa delante del gran espejo del Casino con un hermoso vestido blanco de guipur que hacía juego con los guantes y con los zapatos, y una falda de tul que realzaba su belleza.
Nunca pudo olvidar los nervios de aquel día, lo mucho que significaba para una adolescente de la alta sociedad presentarse como una mujer ante la mirada de las familias importantes. Todo el glamour estaba allí, revoloteando en aquellos salones donde la alta sociedad organizaba sus bailes a medida.
Las joyas más relucientes, el perfume de moda, los peinados importados de París, los vestidos más caros, las miradas más seductoras se dejaban ver en la pista al compás de un vals o al ritmo de un pasodoble.
El Casino era la gran pasarela del poder, la ambición y las buenas formas; el escenario donde las familias de bien echaban a volar a las jóvenes cuando les llegaba la edad de enamorarse. Las muchachas soñaban con que llegara ese día, con asistir a su primer baile como antes lo habían hecho sus madres y tal vez sus abuelas. Era como graduarse entre tanto apellido ilustre, un reconocimiento público que aseguraba la continuidad en ese estrato social tan exclusivo.
La puesta de largo era un acontecimiento tan importante para una mujer como podía ser una boda o el bautizo de un hijo. Ponerse de largo para ir al baile del Casino significaba que para los demás habías dejado de ser una niña y tenías su consentimiento para mirar a los ojos a un chico y dejarte llevar en sus brazos bajo la complicidad de un bolero. La puesta de largo no duraba sólo una noche, empezaba mucho antes, en ese tiempo cargado de ilusión de las semanas previas. Ir a escoger el traje, las pruebas con la modista, encontrar los zapatos adecuados, toda una serie de detalles que convertían aquellos días en instantes inolvidables que ponían patas arriba el estomago y el corazón de tantas jóvenes que aguardaban inquietas que llegara el gran momento.
María Isabel guardó el recuerdo de aquella noche como uno de los tesoros más importantes de su vida y el retrato vestida de largo frente al espejo del Casino fue su fiel acompañante hasta el último instante.
María Isabel Rapallo Rodríguez había nacido en Almería en 1937. Era hija de José Rapallo Ronco y de María Isabel Rodríguez López. Su padre era uno de los grandes negociantes en la Almería de la posguerra. Ocupaba el cargo de interventor del Banco Español de Crédito y triunfaba como consignatario de buques. Era toda una institución en el mundillo de la marinería, un referente para los capitanes de los buques que venían a la ciudad, a los que el señor Rapallo homenajeaba frecuentemente llevándolos a los salones de la venta Eritaña y organizándole grandes banquetes y sus juergas correspondientes.
María José estudió con las monjas de las Jesuitinas, recibiendo la delicada y a la vez rigurosa educación que las religiosas impartían en aquel tiempo, cuando el colegio era el más acreditado de la ciudad. En los años de estudio le gustaba soñar con ser maestra, pero la vida la llevó por otros caminos y como tantas jóvenes de su tiempo se vio obligada a renunciar a sus anhelos profesionales para formar una familia.
No había salido aún de la adolescencia cuando en uno de los bailes del Casino conoció al que sería su marido, Mariano Jiménez Barba, director de una agencia de seguros y doce años mayor que ella. Coincidieron, él la conquistó y en un año se casaron. A pesar de su juventud, María Isabel supo adaptarse al papel de esposa y pronto llegó el primero de los tres hijos del matrimonio. Ser madre la obligó a madurar a marchas forzadas y renunciar a todos aquellos sueños de adolescencia de una muchacha de la alta sociedad.