La Navidad en la calle de las Tiendas
Las humildes bombillas de colores eran suficientes para crear ambiente navideño

La tienda de Pablo Segura fue durante cuarenta años uno de los grandes referentes del comercio local y uno de los faros que iluminaba la calle de las Tiendas.
No eran necesarios muchos esfuerzos para que las calles comerciales de Almería cambiaran de aspecto cuando llegaba el mes de diciembre. Bastaba con colocar los adornos tradicionales con bombillas de colores, que lo mismo se utilizaban para la Feria que para celebrar la Navidad, y que la música de los villancicos de siempre sonara durante todo el día a lo largo del Paseo.
Lo que importaba no era el coste del invento ni el derroche de grandeza como ocurre ahora; lo que importaba era el detalle, esa novedad de ver nuestras calles mejor iluminadas aunque fuera con cuatro bombillas, suficientes para crear un ambiente navideño.La Navidad actual la han convertido en un exhibicionismo sin alma, donde los magos no vienen ya de Oriente, sino directamente del despacho de la alcaldía. Basta con ojear los periódicos para confirmar que Gaspar, Melchor y Baltasar o ese impostor llamado Santa Claus, son simples figurantes, actores de segunda fila al lado de alcaldes y concejales que salen en las primeras páginas, en las fotos más grandes, como si ellos hubieran inventado la Navidad o como si hubieran pagado de sus bolsillos el coste de tanta fiesta.
En aquellos años las fiestas llegaban a su debido tiempo, que cada año coincidía con el día de la Inmaculada. A partir del ocho de diciembre los comerciantes empezaban a preparar los escaparates y los operarios de los montajes eléctricos aparecían por las calles principales para comenzar con la colocación del alumbrado extraordinario. En los colegios, éramos los propios niños dirigidos por los maestros, los que confeccionábamos los dibujos y los murales con motivos navideños con los que se adornaban las paredes de las clases; bastaba con ese pequeño detalle para que en aquellas dos semanas que faltaban para las vacaciones nos cambiara un poco el ánimo y nos sintiéramos más arropados y un poco más felices en aquellas clases que algunos odiábamos de verdad.
No solo era el Paseo el centro de las fiestas. La calle de las Tiendas era un hervidero de vida cuando se aproximaba la Navidad. Los niños nos parábamos en el escaparate de la Armería Ibáñez, donde el dueño siempre nos regalaba grandes detalles colgando en el escaparate las camisetas de los equipos más grandes de fútbol con el complemento de los escudos y de los dorsales que había que comprar aparte y había que coserlos después. Recuerdo la fuerza que entonces tenía la gran establecimiento de Pablo Segura, donde se formaban colas cuando se acercaba los Reyes Magos.
El día más fuerte de la semana era el lunes. Pablo Segura solía repetirle con insistencia a sus trabajadores, a veces a modo de súplica, que podían faltar cualquier día si fuera necesario, pero que por favor, procuraran que no fuera un lunes. Los lunes en Segura era el día de recibir a los comerciantes que venían de la provincia, que se llevaban género suficiente para dos o tres semanas, por lo que era una jornada festiva para las cajas registradoras de la empresa. Segura era también una casa de referencia para las parejas de novios que estaban a punto de casarse. Con qué ilusión venían aquellas muchachas acompañadas de sus madres para completar el ajuar unas semanas antes de la boda.
Fue tanto el éxito, fue tanta la demanda en Navidad, que los propietarios decidieron ampliar el negocio y en la Navidad de 1969 abrieron un nuevo local en la Plaza Marín, dedicado exclusivamente a los niños. No era un comercio más de juguetes, sino el templo de los juguetes, con un surtido tan amplio, con una capacidad tan grande de abarcar todos los gustos y las modas del momento, que no tardó en convertirse en un lugar de peregrinación de los tenderos de toda la provincia que cuando llegaban los días de Navidad venían a la capital a por la remesa de juguetes que después ponían a la venta en sus localidades. La juguetería de Segura distribuía el género a economatos, colegios, cooperativas y comercios.