La Voz de Almeria

Tal como éramos

El coronel que llegó a ser alcalde

El militar Antonio Cuesta Moyano ocupó la alcaldía de la ciudad desde 1957 a 1965

Antonia Cuesta Moyano y Carmen González Egea en su finca de Villamaría en el cerro de La Molineta, lugar de retiro de la familia- Años 30.

Antonia Cuesta Moyano y Carmen González Egea en su finca de Villamaría en el cerro de La Molineta, lugar de retiro de la familia- Años 30.

Eduardo de Vicente
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Antonio Cuesta Moyano llegó a ser alcalde de Almería desde 1957 a 1965, cargo al que accedió sustituyendo a Emilio Pérez Manzuco. En la ciudad su nombre se relaciona directamente con sus años en la política, pero son pocos los que conocen la historia que arrastraba antes de llegar a la alcaldía.

El capitán Cuesta llegó a Almería en el mes de febrero de 1924 para formar parte del Regimiento de la Corona, pasando posteriormente al cuerpo de ametralladoras que empezó a operar en el Campamento Álvarez de Sotomayor de Viator. Venía con un extenso currículum militar, procedente de los Regulares de Melilla. Allí, en el norte de África, transcurrió gran parte de su carrera militar en su juventud, llegando a formar parte del ejército español que luchó en la Guerra del Rif tras la sublevación de las tribus ribereñas contra las autoridades coloniales españolas.

Aquella experiencia lo marcó para siempre, no solo por las heridas morales que en un joven militar dejó la guerra y la derrota, sino porque estuvo a punto de perder la vida en el frente cuando un disparo le atravesó dos pulmones. Cuando era conducido al hospital de campaña los compañeros que portaban la camilla lo daban por muerto. Su gravedad era tan extrema que el nombre de Antonio Cuesta Moyano apareció en un periódico de Cataluña en la lista de fallecidos que se publicaban a diario. Nadie entiende como se pudo salvar. Durante más de treinta días estuvo hospitalizado, en algunos momentos con un sacerdote al lado de su lecho a la espera de que sucediera lo peor.

Cuando se recuperó hubo quien afirmó que aquello había sido un milagro. Con el pecho abierto y las heridas por cerrar, el joven militar vino destinado a Almería como capitán de Infantería, formando parte del Regimiento de la Corona. Durante la guerra civil fue encarcelado en el Ingenio y estuvo a punto de perder la vida, pero las mujeres del comedor de Asistencia Social lograron salvarlo. Cuesta Moyano había sido director del comedor de beneficencia y fueron las propias trabajadoras, agradecidas, las que mediaron ante los marineros del Jaime I para que no fuera ejecutado. Después de la dura experiencia vivida en África y de la guerra civil, fue nombrado Gobernador Militar de la plaza y posteriormente, tras su ascenso a teniente coronel, ocupó el cargo de jefe de la zona de reclutamiento. Fueron los mejores años de su vida, cuando disfrutó de su oficio y de la familia que había formado junto a la joven Carmen González Montoya, hija del acaudalado banquero y exalcalde de la ciudad, Antonio González Egea.

La historia de amor de la pareja no fue fácil y estuvo sembrada de dificultades. El destino vino a unir a dos universos completamente distintos: él, un militar herido de guerra y ella una muchacha mucho más joven que había pasado diez años en Londres, donde su padre la mandó en 1905 para que recibiera una formación acorde con los nuevos tiempos que se respiraban en Europa.

Cuando regresó a su tierra, Carmen González montaba a caballo, hablaba el inglés a la perfección, conducía coches y jugaba al tenis, por lo no era de extrañar que se convirtiera en la muchacha más adelantada de Almería en aquellos años veinte. Su padre, para darle la bienvenida tras su llegada de Inglaterra, le construyó una pista de tenis en un solar que tenía entre la Plaza Circular y la calle Gerona. Pero lo que más le apasionaba a ella era la equitación. Montando a caballo fue como conoció al capitán Cuesta, al principio solo un amigo al tratarse de un hombre doce años mayor que ella, que además no era del agrado de su familia, ya que el padre, el banquero más famoso de Almería, quería mucho más para su hija.

Pero se fueron conociendo y acabaron haciéndose novios. Para verse, siempre a escondidas del padre de la novia, el pretendiente acudía de noche a la ventana más oscura de la casa y allí se pasaban un rato contándose sus deseos. A pesar de la oposición paterna, la pareja siguió adelante y contrajo matrimonio el nueve de abril de 1928 en la iglesia de San Pedro. Era tan grande el enfado del padre de la novia que decidió no acudir a la ceremonia.La decisión de casarse fue arriesgada, pero acertada también, tanto que llegaron a formar una familia ejemplar dentro de una matrimonio feliz.

Como si con su trayectoria militar no hubiera tenido bastante, Antonio Cuesta Moyano se embarcó en una aventura que tal vez le llegó demasiado tarde y en un momento complicado. En 1957, cuando por edad estaba rozando ya la jubilación, lo hicieron alcalde de Almería. El coronel del ejército, poseedor de la Cruz de María Cristina, de la Cruz de Sufrimientos por la Patria y de la Cruz de San Hermenegildo, y además herido de guerra, ante el reto de dirigir una ciudad que estaba a punto de entrar en los años críticos del Desarrollismo.

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